Decía el sabio que la mejor herencia es una buena cultura, y máxime esta premisa cuando los herederos son aplicados alumnos. Esta ecuación es la piedra angular del Sanromà de Castellvell, nacido por las primerías de los ochenta, un restaurante que sin pausa se ha labrado un puesto en el olimpo de la restauración de tierras tarraconenses. El sueño empezó en 1983 cuando Rosa Vives decide abrir un restaurante y poner en práctica toda la experiencia que la abuela Rita legaba continuamente. Una sabiduría adquirida como cocinera principal en una de las casas más prominentes de Barcelona, elaborando tanto cocina francesa como catalana. Y este recetario es el que no pierden de vista en la tercera generación, donde los hijos de Rosa, Agustí y Rosa Sanromà regentan el restaurante de manera magistral, repartiéndose las tareas de maitre y jefe de cocina respectivamente; junto a Elena Poblet, un fichaje familiar que se encarga de la repostería.
El restaurante, reformado recientemente, tiene capacidad para unos cuarenta comensales, que se reparten entre un par de comedores y varios reservados; ideal para todo tipo de comidas tanto sociales como de negocios..
La estacionalidad y la cercanía del producto juegan el papel principal en el Sanromà junto a una de las mejores bodegas de la provincia con más de 250 marcas en el que sobre todo tienen cabida vinos de la demarcación.
La carta nos ofrece escoger entre más de 15 entrantes y 20 segundos, que junto a las recomendaciones nos acerca a la cuarenta de referencias escogidas entre los pescados de nuestras lonjas, las verduras de cooperativa y las carnes nacionales.
Pese al atractivo de la carta decidimos escoger el único menú disponible y de estilo ‘degustación’, accesible a mesa completa por cincuenta y ocho euros por persona en el que incluye vino, agua y café.
De entrada nos ofrecen un aperitivo de butifarras para abrir la boca y prepararnos para el devenir, que empieza con un ravioli semifrío y un relleno de gamba, puerro confitado, curry y vino blanco. Un roast beef de pluma alta ‘Joselito’, una excelente pieza acompañada por una vinagreta hecha de mostaza y el propio jugo de la carne. Saltamos al pescado con unas cocochas de merluza con ajito y guindilla, al más puro estilo bilbaíno cocidas a fuego lento sobre una cama de patatas y cebolla. Y por último un solomillo de ternera con una salsa de frutos secos, elaborada con pasas, ciruelas y piñones que maceran con vino rancio. Un filete jugoso marcado a la plancha, en el que la reducción de la salsa sorprende gratamente.
Y de colofón final los postres, en los que Elena tira de imaginación y arte. Aprovechando las hierbas y frutas de su huerta preparó un semifrío de limón con gelatina de menta y una tarta de chocolate con helado de avellana para satisfacer los paladares más golosos.