Pasar más de tres meses confinados, vivir los efectos de la crisis y el estrés generado por esta situación de incertidumbre que aún a día de hoy estamos padeciendo ha causado estragos en la salud mental de gran parte de la población. Los datos no engañan: se ha producido un notable incremento en el número de personas que han recurrido a los servicios de un especialista. Además, se ha producido un fenómeno bastante curioso: muchos de los pacientes han desarrollado un trastorno de conducta alimentaria (TCA).
Hace unos meses, Jaume Descarrega, vocal y referente de la Comissió de Cultura del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya, confirmaba que la pandemia está afectando a la salud mental de las personas, pero que no hay que ser «castastróficos». «Yo diría que afectar es evidente que ha afectado, pero como cualquier situación traumática, así que la afectación emocional existe. Hemos perdido nuestro estilo de vida que nos daba una seguridad», explica el psicólogo». Descarrega aseguraba que el paso de los meses y que no exista vuelta a la normalidad solo provoca que las personas estén cada vez menos optimistas: «Nuestro estado emocional se va agotando, ya que no ve salida posible, ahora mismo no vemos un camino, sino que observamos una curva sin fin».
Una de las secuelas de la pandemia ha sido el incremento del estrés psicológico. Los temores sobre los impactos del virus en la salud, las preocupaciones por los miembros de la familia, el aislamiento social extendido, los problemas económicos y la incertidumbre han causado cierta angustia.
A esto hay que añadir a que los supervivientes de los síntomas más graves de la enfermedad pueden sufrir problemas de salud mental como síndromes de estrés postraumático y depresión. A esto también se une lo que se conoce como covid persistente que puede llegar a ser bastante incapacitante.
Vivir la pérdida de un ser querido durante la pandemia ha sido aún más difícil ya que no se puede realizar de manera adecuada el duelo. Las restricciones en la asistencia de los funerales y las medidas de confinamiento dificultaban, al principio de la pandemia, este proceso con la consabida afectación a la salud mental. El síndrome del burnout de los profesionales que han estado al frente es otro de los problemas mentales que tienen que ser tratados.
Todas estas cuestiones se dejaron de tratar durante la época más intensa de la pandemia y están surgiendo en la actualidad con especial fuerza planteándose cuestiones tan importantes como programas de prevención del suicidio. En general nos encontramos con una población con una profunda huella psicológica.