Los coches que entran y salen de Reus circulan, desde hace algunas semanas, por carreteras más estrechas. La avenida de Bellissens y la de Tarragona han restado amplitud al tráfico a motor para recibir a la bici, que ocupa su lugar con nuevos carriles segregados.
Estos se han construido sobre lo que antes fue el arcén y desplazando la línea discontinua, dando lugar a la siguiente estructura: los conductores tienen ahora 3 metros de anchura por carril –antes, la holgura alcanzaba los 3,5–, los ciclistas cuentan con 1,5 metros de carril bici y entre ambos se han generado márgenes que oscilan entre los 0,4 y los 0,8 metros, donde se han instalado piezas de PVC que ejercen de separadores y garantizan la seguridad.
El caso es que la reconfiguración de la movilidad en los accesos a la ciudad ha repercutido en una cuestión relevante. Al discurrir más pegados, los coches se ven obligados a reducir la velocidad en estas zonas en las que habitualmente los límites se superan.
Ese era justamente el efecto buscado en la avenida de Tarragona, que ha cambiado su fisionomía de vía interurbana a vía urbana y en marzo estrenó también la históricamente reclamanda rotonda hacia Mas Carpa.
Preguntada sobre las sensaciones que deja la reordenación de este punto, la presidenta de la asociación de vecinos de la urbanización, Anabel Cuevas, no tiene dudas. «El resultado nos parece estupendo, estamos encantados. Al principio, la gente corría igual porque, cuando estamos acostmbrados a algo, cuesta cambiar. Pero, ahora, en general, se respeta todo y hemos notado que ha bajado la velocidad. Se trataba de estrechar la carretera porque la ciudad debe pacificarse», dice.
En la avenida, equipada con señalización que fija el máximo en los 50 kilómetros por hora, se ha colocado un radar pedagógico y a menudo se ubica también allí el de control de la Guàrdia Urbana, que sí multa.
Semáforo para prevenir excesos
El encaje de la rotonda de Mas Carpa, además de asociarse al carril bici, se acompañó también de aceras y jardinería. Y ya «solamente nos falta un semáforo en el paso de cebra, a lado y lado, para que cambie a color rojo cuando los coches vayan demasiado rápido y así ayude a acabar de vigilar eso y dé más confianza a la hora de cruzar», señala Cuevas, que incide en que «queríamos que esto fuese definitivamente una avenida y ya lo es».
La Associació de Veïns de Mas Carpa acumulaba más de una década batallando para obtener una rotonda que evitase el peligro en los giros y «al final llegó, después de que la asociación picase mucha piedra».
Con la distribución que ofrece ahora la avenida de Tarragona, «comparado con antes, viene mucha más gente: familias que van en bici o a dar una vuelta, personas mayores que salen a andar... Hay movimiento», apunta la lideresa vecinal. Y señala que las reformas trajeron también «una parada de bus con marquesina, que se incluyó a posteriori. No es el servicio ordinario sino el que va a demanda y, por el momento, no me han llegado quejas».
La obra del conjunto de la rotonda supuso una inversión de 579.444 euros, mientras que el despliegue del carril bici se llevó a cabo con un presupuesto de 184.136, tal como detalló en su momento el Ayuntamiento. Ambos proyectos obtuvieron financiación de fondos Next Generation.
En cuanto a los sistemas de convivencia entre coches y bicicletas, fuentes municipales consultadas al respecto detallan que, en la avenida de Tarragona, se retiraron algunos separadores de carriles –las piezas alargadas de PVC de color negro– a la salida de la glorieta de Mas Carpa en dirección a Tarragona. Se hizo «como medida de seguridad para los coches que abandonan la rotonda».
Defectos de fábrica en las piezas
Por otro lado, en la avenida de Bellissens, una cantidad relevante de los separadores que se fijaron recientemente están ya reventados, seguramente porque los vehículos a motor invaden el espacio de la bici y los pisan. En este sentido, desde el Ayuntamiento especifican que «en determinadas piezas se ha detectado un defecto de fábrica». Y concretan, en la misma línea, que «el adjudicatario de las obras las cambiará a su cargo o al del suministrador», y que en ningún caso el coste sobrevenido por estas circunstancias afectará las arcas municipales.
Bellissens, señalizada con límites a 70 y 50 kilómetros por hora, también es un punto donde a simple vista se aprecia exceso de velocidad y resulta igualmente usual ver allí a la Guàrdia Urbana con su radar móvil. Las dos fases de vías ciclables que se están incrustando en esta avenida implicaron importes de 189.171 y 120.854 euros, con datos municipales, y, como en el caso de Mas Carpa, su materialización también se apoyó en fondos europeos.
Los peatones caminan por la vía ciclable
La reordenación de la movilidad hace aflorar nuevos retos y pone bajo la lupa otros que ya se conocían y que aún no se resuelven. Ocurre, por ejemplo, en la avenida de Bellissens, frente al Institut d’Horticultura. Allí no hay acera ni paso para peatones hacia el Tecnoparc, así que los alumnos que se desplazan hasta el núcleo urbano a pie solían hacerlo avanzando por el arcén.
Pero, ahora, el arcén es un carril bici, así que los estudiantes no tienen mucha más opción que caminar por el espacio reservado al ciclista. El Ayuntamiento indica que, este mandato, no se contempla una acera hasta Horticultura ni la rotonda que se había anunciado a la altura de Urgencias.