La rabia por la fractura soberanista se desahoga en Reus

Desencanto. Unas 800 personas se manifestaron en la capital del Baix Camp en el acto central de la izquierda independentista en el Camp. La marcha plasmó el descontento por la desunión entre la clase política. La CUP hizo autocrítica

11 septiembre 2022 23:28 | Actualizado a 11 septiembre 2022 23:43
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Josep Maria Esteban tiene 74 años y prefiere no ir a Barcelona a manifestarse. Es excesivo trasiego. «Cuando vuelvo a casa me encuentro demasiado cansado, así que he preferido venir aquí», reconoce, en mitad de la manifestación de la izquierda independentista, el acto unitario de parte del soberanismo de este domingo en el Camp de Tarragona. La cita es una alternativa para aquellos que han optado por no desplazarse a la movilización de la ANC.

Los valores son los mismos, si cabe aquí el enfado por la fractura y la rabia se vuelven más viscerales, sin paños calientes. «Nos engañaron con el 1 de octubre. Los políticos querían negociar, no querían la independencia», vuelve Josep Maria Esteban, y sentencia: «Hasta que no estén fuera los que están mandando en Catalunya no haremos nada».

«Está todo muy encallado»

Hasta 800 personas se citan en la marcha, que arranca desde el Mercat Central de Reus. Los postulados anticapitalistas, con los lemas por el independentismo, el socialismo y el feminismo siempre presentes, aspiran esta vez a una cierta transvesalidad. Se ven camisetas negras de la ANC, las corporativas para la Diada de este año. Impera, sobre todo, el descontento, una frustración que asoma este año más que nunca.

$!Una gran estelada en la cabecera de la manifestación, al paso por la calle Sant Joan. Foto: Alba Mariné

«Está todo muy encallado y veo poca motivación en los últimos años. Cada vez es más convulso. Hace falta más caliu entre la gente, y los políticos no dan ejemplo. Tendrían que ir a una y no lo hacen», dice Jordi Porqueras. Su mujer, Josepa Cochs, asiente al lado: «Este año no hemos podido ir a Barcelona y venimos aquí».

Lo mismo les ha pasado a tres jóvenes de Riudecanyes, que no han estado a tiempo de acudir a la Ciudad Condal y apuestan por este acto de proximidad. «No dejaremos de manifestarnos porque haya división. Seguiremos. Peor no puede ir la situación, así que lo que hay por delante es mejorar», se sincera Roger Navarro. Le acompañan Eudald Ribas y Mar Oliva, todos muy jóvenes pero ya bregados en estos frentes. No fallan a una Diada desde 2012, cuando arrancó el Procés, y eran prácticamente unos niños.

«Aquí todos los partidos tenemos responsabilidades», dijo Laia Estrada, diputada de la CUP

También son críos los que portan una inmensa estelada en la cabecera de la manifestación por la calle Sant Joan, hasta llegar a Prim. Si el independentismo está dividido por la clase política es aquí donde con más contundencia se revela –y se rebela–. «Venimos aquí para recordarles a los políticos que la gente es la que puede hacer las cosas, es la que va delante», confiesa Gaspar Sànchez, hoy convencido de su militancia, aunque «antes era neutral, me daba igual España y Catalunya, pero después de tantas garrotadas...».

‘Fins a vèncer’

‘Fins a vèncer’, exhorta el lema en la principal pancarta del séquito, que tras dos y medio de pandemia se esmera en desentumecer el músculo de toda la artillería anticapitalista. Hay gritos de ‘independència’ y alusiones constantes a la lucha, a la organización y al poder popular.

Otros eslóganes del ripio que se repiten son ‘caña contra España’ o ‘guerra per la terra’. En Prim, algunos manifestantes cuelgan una pancarta sobre el escaparate de una entidad bancaria con el mensaje: ‘Fem fora la banca, tots els recursos al servei del poble’. Es el contexto ideal para rabiar contra el establishment, que es también el Estado, como siempre, pero no solo (y esta vez más que nunca). «Los políticos de aquí están ligados de pies y manos manos, es la gente la que tiene que ir tirando de ellos», dice Gaspar Sànchez.

La marcha baja por el Raval de Jesús y después gira por la calle del mismo nombre hacia el Mercadal. Y, desde ahí, hasta el Fossar Vell, el lugar de los parlamentos finales, a los pies de la Prioral.

$!La cabecera de la manifestación de este domingo en Reus. Foto: Alba Mariné

Por entonces los dardos se afilan, sobre todo en el verbo feroz de la diputada tarraconense de la CUP Laia Estrada. Ella le pone relato a todo ese enfado que ha ido apareciendo. «Hay desencanto y escepticismo dentro del independentismo», asume, pero también hace autocrítica: «Todas las fuerzas tenemos responsabilidades. Quizás nosotros desde la CUP tendríamos que haber denunciado más la falacia del 52% de los apoyos, que solo sirve para mantener poltronas».

O sea que ningún partido sale indemne. Estrada arremete contra una «mesa de diálogo que no va a ningún lado», «una autonomía que se doblega a Madrid» y una Diada marcada por «rifirrafes en este circo». ERC sale escaladada, claro está, pero también Junts, «que va predicando DUI y cerrando pactos como el de Hard Rock o los Juegos Olímpicos».

«Desastre» en la pandemia

Los discursos se diversifican. Marta Venosa, de Endavant, habla del «desastre en la gestión de una pandemia mundial», del aumento de los precios y de que «solo la clase trabajadora puede ejercer la independencia».

El ecologista del Gepec Andreu Escolà dijo: «Yo no sé qué hago aquí, yo solo quería defender a los peces del Siurana. Yo quiero un país independiente que defienda la naturaleza. Y no lo estamos haciendo, no por culpa de Madrid, sino de nosotros mismos».

Pero había que acabar bien arriba, y al menos ofrecer una salida a la encrucijada, volviendo a la más pura esencia de lo asambleario. Estrada apuesta por dejar atrás el «processisme, una dinámica que solo sirve para alimentar poltronas» y «tejer nuevas alianzas fuera de la perversión de las instituciones». Una arenga canónica marca de la casa para amortiguar tanta desazón.

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