Más de 5.000 personas vulnerables de Reus recibieron el año pasado comida recuperada de supermercados y empresas. Son alimentos que quedan fuera del circuito comercial, «pero que siguen siendo aptos», señala Albert Farré. Es el coordinador de Gestió Alimentària, el programa del Ayuntamiento de Reus que trabaja para reducir el derroche alimentario, dar una segunda oportunidad y hacerlo en beneficio de personas vulnerables. Solo en 2022, fueron recogidos 235.968 kilos de alimentos, de los cuales pudieron ser recuperados un 97% y llegaron a 1.711 familias (sumando a más de 5.000 reusenses).
La iniciativa, que ya cumple diez años de historia, cuenta con una veintena de empresas colaboradoras que aportan comida al programa. Son, básicamente, supermercados porque son «los que mueven grandes volúmenes», señala Farré. Pero también hay ejemplos de comercio local, como paradas del Mercat del Camp o el Forn Sistaré, aunque de esta tipología «cuesta más porque ya suelen gestionar ellos mismos sus posibles excedentes», argumenta el coordinador. Otros proveedores aportan comida de forma puntual, como algunas empresas de cáterin.
Sea cual sea el origen de los alimentos aportados, todo está bajo la supervisión de la Agència de Salut Pública para garantizar el cumplimiento de la normativa de seguridad alimentaria. Además, la comida pasa por un proceso de control y selección antes de ser entregada a la quincena de entidades que forman parte de la Xarxa de Distribució d’Aliments de Reus, las encargadas de distribuir la comida recuperada entre los miles de beneficiarios.
En todo el proceso, el Taller Baix Camp –entidad sin ánimo de lucro que trabaja con personas con discapacidad intelectual– juega un papel fundamental. Como detalla Albert Farré, son los encargados de recoger los alimentos con un camión frigorífico –para no romper la cadena de frío– para, posteriormente, realizar controles de peso, temperatura y el seleccionado. Finalmente, se realiza la distribución entre los puntos de la Xarxa de Distribució y también el mismo Centre Social El Roser, donde hay la despensa y el comedor social.
El tiempo que pasa desde la recogida en supermercados y empresas hasta que llega al consumidor es corto. De hecho, «lo recuperado hoy, el mismo día las familias se lo llevan a casa», relata el coordinador de Gestió Alimentària. Norlamente, las recogidas se realizan por la mañana y las entregas, por la tarde o la mañana del día siguiente. Esto permite un alto porcentaje de recuperación de los kilos recibidos que, actualmente, es del 97%. Así pues, de los 235.968 kg aportados por los distribuidores en 2022, un total de 228.186 llegaron a las familias y 7.782 kilos tuvieron que ser descartados por no cumplir las condiciones.
Observando los datos, el porcentaje de recuperación ronda el 97% desde 2021, mientras que los años anteriores era de entre el 80 y 89%. Según Albert Farré, el motivo de esta mejora sustancial es la mayor consciencia por parte de las empresas colaboradoras, que ahora entregan alimentos de mayor calidad. «Lo que dan no tienen que ser alimentos de rechazo, sino productos que quedan fuera del circuito comercial, pero que siguen siendo aptos para el consumo humano», recalca.
Otra cuestión que ha contribuido a una mayor recuperación de alimentos recogidos es la capacidad de elaboración, un punto estrechamente vinculado al nuevo Centre Social El Roser, que tiene en marcha la parte alimentaria desde principios de 2022. Aquí hay tanto la despensa como el comedor social, que sustituye el anterior que estaba ubicado en la zona de la calle Ample.
«Las actuales instalaciones son más grandes, con más cámaras frigoríficas y una cocina de mayores dimensiones donde podemos cocinar donaciones que, puntualmente, pueden ser de gran formato», explica el coordinador, lo que permite un mayor reaprovechamiento. Ahora hay, por ejemplo, la posibilidad de gestionar donaciones de comida congelada que, por la cadena del frío, no puede ser entregada directamente a los usuarios, «pero sí podemos descongelar, cocinar y envasar al vacío».
Del comedor del Centre Social El Roser de Reus salen a diario alrededor de 160 comidas en tres formatos distintos: para comer en las mismas instalaciones, para llevar y a domicilio. Por otro lado, de las más de 1.000 familias anuales atendidas por la quincena de entidades de la Xarxa de Distribució d’Aliments de Reus, aproximadamente un tercio pasan por la despensa del Roser. Y es que, como recuerda Farré, la creación de este nuevo servicio era, precisamente, para «aligerar la presión sobre las entidades sociales».
Pan y algo de bollería
Entre los comercios locales que hacen aportaciones al programa de Gestió Alimentària está el Forn Sistaré. Xavier Pàmies, al frente del negocio, relata que colaboran desde los inicios, «ya desde que el comedor estaba en su antigua ubicación», en la calle Francesc Bartrina.
Relata que contribuyen con pan que sobra y, en ocasiones, algo de bollería. Pàmies explica que realizan una selección previa «escogiendo el pan que está en mejores condiciones», dice, a la vez que valora que sea la propia organización quien se encarga de pasar a recoger las aportaciones. Paralelamente, señala que en ocasiones también dan pan directamente a particulares «y también a gente que tiene animales, como se hacía antes».
Gestió Alimentària también se abastece del sector primario, con colaboradores como la Fundació Espigoladors, organización sin ánimo de lucro que trabaja para el aprovechamiento alimentario. «También tenemos los supermercados y nos faltaría un tercer elemento, que es la restauración», dice el coordinador del programa.
Es una cuestión que se ha puesto encima la mesa, «pero todavía no se ha trabajado». Y es que, como argumenta Albert Farré, en este caso «hay un tema de seguridad alimentaria que es importante», con «dificultades» teniendo en cuenta la cadena de frío. En el caso de los comedores escolares –el más parecido a la restauración–, «no es que den lo que sobra de las escuelas, sino que entregan comida que realmente no ha salido ni de la cocina», puntualiza.