En ocasiones, las buenas palabras son más efectivas que las gruesas. Sucedió en el pleno del Ayuntamiento del pasado viernes, cuando un par de sólidos argumentos técnicos y políticos expresados en tono mesurado dejaron bastante mal parada a la reforma fiscal presentada por el equipo de gobierno. No tanto al paquete de medidas en si, como a lo restringido de su alcance y a la pretensión de que estamos ante una revisión «histórica» de la fiscalidad municipal.
Una victoria que no pasa de moral, porque las ordenanzas fiscales para 2021 salieron adelante, con sus sustanciosas bonificaciones de impuestos –hasta el 95% del IAE, el IBI y el ICIO– para atraer nuevas grandes empresas a la ciudad, crear empleo estable y fomentar la construcción de viviendas de protección oficial.
El alcalde Pellicer y su gobierno tripartito insisten en que se trata de una reforma sin parangón entre los municipios del entorno y entre las grandes ciudades del país por la magnitud de los incentivos fiscales aprobados. Tanto pregonar el carácter histórico y pionero de las medidas es un riesgo añadido, porque en la política, como en el teatro, la sobreactuación de los intérpretes acostumbra a perjudicar a la obra. Y sitúa el listón muy alto para cuando toque hacer balance de sus resultados.
Los que mantienen el empleo
Curiosamente, la oposición no necesitó sobreactuar para poner en cuestión la reforma fiscal. Desde la vertiente estrictamente tributaria, destacó el planteamiento de la portavoz de Ciudadanos, Débora García, que criticó que las medidas se limitasen a bonificar la creación de nuevos puestos de trabajo y desaprovechasen la otra opción que permite la ley para fomentar el empleo, que es premiar la conservación de los puestos de trabajo. En el escenario actual, este sería un estímulo fiscal que sin duda agradecerían muchas empresas. «A los héroes que están manteniendo el empleo, ni agua», espetó García.
La portavoz de Cs también estuvo contundente a la hora de recriminar que las bonificaciones sólo se dirijan a las pocas empresas con capacidad para crear un mínimo de 25 nuevos empleos y olviden a las pequeñas, las micro y los autónomos. «La historia les va a recordar por vender humo», fue su premonición.
Desde la perspectiva puramente política, la censura llegó de Andreu Martín (PSC). Pocas veces un reproche tan simple resultará tan severo. Para el portavoz socialista, no es serio promover una supuesta gran reforma fiscal «sin aportar ni un estudio justificativo, ni una valoración económica, ni un power point. Sin que hable de la gran mayoría de contribuyentes, que son personas, pensionistas, pymes, autónomos, emprendedores... Sin presentarla a la ciudadanía, a las empresas, a los vecinos. Sin ni siquiera consultarla con la oposición».
Martín recordó que en realidad sólo se están modificando tres apartados de las ordenanzas anteriores, con lo cual la pretendida reforma es más bien un «sopar de duro», según la expresión utilizada por Martín.
Por su parte, la CUP dejó ir una valoración aún más corrosiva. Marta Llorens lamentó que las ordenanzas fiscales se olviden de las cuatro mil personas en riesgo de exclusión social que la pandemia ha dejado en la ciudad y que no verán aliviada la fuerte subida de impuestos de 2019, o la ausencia de cláusulas sociales y medioambientales, para concluir que en realidad estamos ante una «alcaldada» a la que la concejalía de Hacienda ha tenido que dar respuesta apresurada intentando vestirla de reforma fiscal.
El espectro de Sánchez y Casado
Ni desde el punto de vista técnico ni político, estas admoniciones tuvieron respuesta concreta de la concejal Caballero ni del alcalde Pellicer. Insistieron en la apuesta por el crecimiento y el futuro de un Ayuntamiento saneado, en su teoría de la baja presión fiscal que, comparativamente, soportan los reusenses pese a la subida del 10% del año pasado, y en el abanico de bonificaciones sociales ya existentes.
Carles Pellicer sólo terció en este asunto para cerrar el debate, reafirmándose en los ambiciosos objetivos de la apuesta. De hecho, le soliviantó más la intervención de Andreu Martín en una moción sobre la protección del sistema sanitario de atención primaria, en la que vio un intento de politizar los efectos de la pandemia. El alcalde empatizó con la labor de Pedro Sánchez –«hacemos lo que podemos»– y lamentó la campaña del PP para buscar réditos políticos con el coronavirus, requiebro que le sirvió para acusar a Martín de emular a Pablo Casado.
Apoyar al presidente del Gobierno podría interpretarse como la escenificación de que Pellicer ya no milita en el mismo partido que Puigdemont, pero creo que el alcalde era bien capaz de decir lo mismo antes de la ruptura entre el PDeCAT y JuntsxCatalunya.