Repetidos episodios de rotura de ventanillas y robos dentro de coches aparcados en la vía pública, destrozos en los cristales de una de las marquesinas de bus de Reus Transport, al menos media docena de papeleras arrancadas y que aparecieron en el cuarto de contadores de un bloque de pisos y hasta «disparos en las ventanas del Centre de Formació d’Adults, seguramente con una escopeta de perdigones» integran el balance de «actos de incivismo que ya son más que eso, de vandalismo o delincuencia» de la última semana en Mas Pellicer. El presidente de la Associació de Veïns I de Maig, Eduardo Navas, lamenta que «la situación en el barrio se ha vuelto insostenible» con este nuevo pico de tensión y pide, por enésima vez, que «la Guàrdia Urbana patrulle a pie entre los edificios, sistemáticamente y no solo un día, y también durante las noches». Por eso, tal como apunta Navas, «si no vemos policía andando, los vecinos saldremos a la calle, convocaremos manifestaciones».
El vecindario de Mas Pellicer ya se movilizó una vez contra el incivismo. Fue en 2014, cuando la entidad impulsó una cadena humana en la que tomaron parte alrededor de 500 personas. Por aquel entonces, Ide Maig ya reclamaba que los policías «bajasen del coche y paseasen por el barrio». Ahora, ocho años más tarde, Navas precisa que «incluso creemos que los agentes llegan a tener miedo de entrar aquí caminando porque, en alguna ocasión en que ha habido problemas, los hemos visto en la rotonda de acceso y nos han explicado que no se movían hasta que llegasen refuerzos».
El presidente de la asociación de vecinos critica que «uno no puede irse a dormir pensando si su coche, que ha aparcado bajo su casa y que a menudo es el sustento de su familia porque le sirve para ir a trabajar, lo va a encontrar al día siguiente todo revuelto y con la ventanilla hecha trizas o no». Sobre los tiros contra las ventanas del edificio que acoge, entre otros, el Centre de Formació d’Adults y la Oficina d’Afers Socials i Famílies de Mas Pellicer, y que serían de balines, Navas subraya que «es un sitio muy concurrido al que acuden niños, gente mayor que están allí haciendo gestiones o cursos o lo que sea, y lo último que nos falta es tener que esquivar perdigones».
Tampoco es la primera vez que una marquesina sufre los efectos del vandalismo y «luego, quien va a coger el bus, se lo encuentra todo lleno de cristales y en mal estado, y no tiene por qué ser así porque a alguien le haya hecho gracia romperlo». Y a finales de la semana anterior, «hubo quien se dedicó a arrancar del suelo por lo menos seis papeleras que nos encontramos de casualidad en un cuarto de contadores y que entregamos a la Urbana; pero reponer las papeleras no va a acabar con las escenas que hay aquí día tras día». Todo ello se suma a conflictos que I de Maig ya había venido haciendo públicos últimamente y que guardan relación con botellones, basura y muebles que se tiran fuera de los contenedores, plantaciones de marihuana, ocupaciones ilegales de pisos y luces fundidas bajo los edificios o en las farolas que no se reponen. Precisamente «la oscuridad no es lo que más ayuda a que estemos bien y es una cosa fácil de mantener al día, pero se complica».
Fuentes del Ayuntamiento consultadas sostienen que «la Guàrdia Urbana actúa, ya sea en solitario o en dispositivos especiales, en el barrio Mas Pellicer de manera proporcional a los niveles de seguridad de la zona, igual que lo hace en todos los barrios de la ciudad». «Se actúa tanto con controles preventivos como con servicios especiales de respuesta ante situaciones extraordinarias, en caso de que sea necesario», añaden, y detalllan que «los vecinos de Mas Pellicer, como los de todos los barrios de la ciudad, saben que tienen a su disposición tanto a la concejalía de Seguridad, Convivencia y Civismo como a la Guàrdia Urbana para analizar la estrategia de seguridad, porque el contacto directo con la ciudadanía es uno de los pilares fundamentales del modelo policial».
El escenario parecía haber mejorado en el barrio después de que la presencia constante de los Mossos y la Urbana se hiciese visible a raiz de otro capítulo violento, un enfrentamiento que acabó también en disparos con una escopeta de perdigones el pasado noviembre. Tras semanas con patrullas en este punto, cierta calma se impuso, pero se ha vuelto a romper. «El problema», dice Navas, es que «quien quiere hacer el mal sabe que aquí no pasa nada, que nadie le va a perseguir ni le va a pedir cuentas, que todo queda siempre impune, así que campa a sus anchas». El líder vecinal repite una queja eterna: «Parece que Mas Pellicer no es Reus, que no somos como los del resto de la ciudad, que no tenemos derecho a vivir en paz ni a disfrutar de los servicios que tienen todos; eso sí, cuando es el momento de recaudar impuestos, el Ayuntamiento se acuerda de que estamos». Ante esta reciente oleada de incivismo, «he avisado a todo el mundo, pero el Ayuntamiento no nos hace caso». Según los cálculos de la entidad, en el área de Sant Josep Obrer viven cerca de 5.000 vecinos y «parece mentira que aún hoy tengamos que recordar que somos personas».