Espantoso, dantesco, horroroso… a uno se le acaban los adjetivos para referirse a la masacre cometida en el suburbio de Bucha, a las afueras de Kiev, donde la retirada de las tropas rusas ha permitido el hallazgo de 410 cadáveres de civiles, muchos de ellos maniatados y con tiros en la cabeza realizados desde cerca, lo que todo apunta que se trató de una ejecución a sangre fría. Se trata de una atrocidad tan inmensa –según el ministro ucraniano de Asuntos Exteriores, Dmitro Kuleba, «es la peor masacre en Europa desde la II Guerra Mundial»– que, en efecto, es difícil calificarla con palabras. Hay que odiar mucho para cometer semejante crimen, que tiene mucho más que ver con la acción de terroristas o bandas de narcos sin escrúpulos ni misericordia que con los integrantes de un ejército regular. Porque es verdad que la guerra embrutece –lo vemos cada día–, pero incluso la guerra tiene unas normas; ni siquiera en la guerra vale todo. Es por ello que espero –aunque quizá sea mucho confiar– que los autores de tan execrable violación de los derechos humanos paguen estos crímenes y caiga sobre ellos todo el peso de la ley. Porque quien haya cometido –y ordenado o permitido– la masacre de Bucha no es un soldado; es un vil y cobarde asesino.
Una masacre vil y cobarde
05 abril 2022 05:50 |
Actualizado a 05 abril 2022 06:45
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