Notas para sobrevivir a un año electoral

04 mayo 2023 18:56 | Actualizado a 05 mayo 2023 07:00
Víctor Navarro
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En el círculo del infierno al que me tocará ir siempre es año electoral y es obligatorio opinar a diario. Mientras eso no llega, afronto un año lleno de elecciones con el consuelo de que en esta vida se puede sobrellevar la turra. Basta recordar cuatro cosas básicas. Las comparto aquí por si fueran útiles a otros condenados al horror electoral:

1 Hay política porque estamos obligados a vivir en sociedad. Ni siquiera el ermitaño está libre de interdependencia. La política es inevitable; hagámosla bien.

2 Eso no quiere decir que tengamos que seguir la telenovela política, que muchas veces tiene poco que ver con lo político. A la hora de votar, prefiero leer programas (ya que los partidos tienen el curioso hábito de cumplirlos) y comprobar las trayectorias de formaciones y candidatos. La espectacularización de la política a menudo esconde lo político.

3 Lo político no pertenece en exclusiva a los políticos, pero sin estructuras políticas no puede desarrollarse.

4 La política en la actualidad ha dejado de dedicarse a la solución de problemas y funciona por adhesión. Se trata de demostrar lo fuerte que uno pertenece a un grupo.

5 También domina el partidismo negativo: más que estar a favor de algo, estamos muy en contra de su opuesto. Lo importante, para mucha gente, es irritar al contrario, un contrario que a menudo ni siquiera existe.

6 Somos como adolescentes. Convendría recuperar aquella idea tan nítida de las tribus urbanas, sobre todo en estos tiempos de movimientos identitarios que pretenden reducirnos a una única dimensión.

7 También somos adolescentes en nuestro manejo simplista de los conceptos. Por ejemplo, en ninguna democracia liberal madura ‘libertad’ ha significado ‘libertad para hacer lo que me dé la gana’. Decía Confucio que si gobernase, su primera medida sería velar por el buen uso de las palabras.

8 Me encuentro a menudo con gente (joven y mayor) que no sabe distinguir gobierno de Estado o de Parlamento, que no entiende mimbres básicos de su mundo. Tampoco yo soy experto, pero leo el manual de instrucciones antes de jugar. Las reglas están claras desde la Ilustración.

9 Alguien definía al libertario contemporáneo como un gato doméstico: se cree completamente autónomo e independiente y vive beneficiado por un sistema que no conoce.

Lo político no pertenece en exclusiva a los políticos, pero sin estructuras políticas no puede desarrollarse

10 Las explicaciones complejas no tienen éxito porque vivimos en un mercado de la atención. Saturados de mensajes que tiran de nosotros por todas partes, no tenemos tiempo ni energías para entender nada. Nuestra atención está secuestrada.

11 Lynton Crosby, estratega político de Boris Johnson, definió la ‘estrategia del gato muerto’: si alguien entra en una sala y tira un gato muerto sobre la mesa, nadie hablará de otra cosa que no sea el gato.

12 Los periodistas hacen, la mayor de las veces, lo que pueden, pero la profesión lleva años de precarización y adaptación a unas redes sociales a las que no se debería haber adaptado. El resultado es que se comercia con el escándalo.

13 De ahí a tener al personal estresado e iracundo hay un paso. Lo llaman ragebait, ‘cebo de rabia’, y los populistas lo han sabido usar de maravilla. Todos caemos en ello alguna vez.

14 Cuando me pasa, me freno para preguntarme: ¿quién se beneficia de mi ira?

15 También es sano hacerse de vez en cuando esta pregunta: ¿qué están ignorando los medios y estudiarán los historiadores del futuro?

16 No hay grandes conspiraciones. Hay poderes económicos que operan a vista de todos y políticos mediocres fruto de un sistema de partidos necesitado de reformas (Aleix Saló hablaba, en un estupendo cómic, de ‘simiocracia’). El principio de Hanlon es una broma muy acertada: «Nunca atribuyas a la maldad lo que se explica adecuadamente por la estupidez».

17 Vivimos tiempos de hipérbole. Si alguien propone una medida correcta («vamos a plantar más árboles») o incluso torpe («vamos a plantar más árboles dentro de las casas»), en cuestión de segundos tendremos un vídeo en Whatsapp de un señor gritando que los árboles quieren exterminarnos.

18 Decía Umberto Eco: «Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas».

19 Siempre se ha estilado decir que todos los políticos son iguales. Avisa Mark Fisher de los peligros de ese cinismo: si no hay posibilidad dentro de lo existente, la destrucción se presentará como única alternativa. Ante la pereza intelectual de esta crítica, siempre me obligo a estudiar con detalle aquello que critico y a no perder de vista el horizonte que defiendo.

20 Dice Manuel Cruz que hay que ser crítico con las críticas mediocres.

21 Sigue Cruz con ‘el gran apagón’, el abandono de la Razón como guía que trajo la Ilustración. Manuel Arias Maldonado lleva años hablando de ‘democracia sentimental’. En este escenario, es urgente no conducirnos por arrebatos y coordinar razón y emoción; entender por qué sentimos o razonar qué deberíamos sentir.

22 Nuestro filósofo local Enrique Gómez León ha descrito de maravilla, en su último libro, un perfil actual: el cursifacha, aquel totalitarista que viste su sed de control con paños de algodón y exagerados buenos sentimientos.

Por ejemplo, en ninguna democracia liberal madura ‘libertad’ ha significado ‘libertad para hacer lo que me dé la gana’

23 En Europa vivimos una peligrosa americanización de las ideas. Importamos los peores dejes de Estados Unidos: la batalla por lo simbólico (porque allí hablar de condiciones materiales de vida es anatema), la ofensa constante, el definirse en oposición a algo (el país nunca ha existido sin un gran rival), el recurso constante al pleito. La norteamericana es una sociedad que cada vez más se quiere formada en torno al código penal, en lugar de la amistad cívica aristotélica (que tan bien ha recuperado Adela Cortina).

24 Avisaba Asimov del ‘culto a la ignorancia’ norteamericano, «amparado por la falsa premisa de que democracia quiere decir que mi ignorancia vale tanto como tu saber».

25 La ignorancia es un perfecto caldo de cultivo para la propaganda, porque la propaganda requiere desorientación. Su objetivo no es hacer que creas en algo diferente, sino lograr que no creas en nada.

26 En estos pantanos en los que vivimos, hay varios perfiles que me aterran: los agelastas (enemigos de la risa), los literalistas (enemigos de la ambigüedad), los iliberales (que buscan uniformidad en lugar de armonía entre diferentes), los irresponsables (que creen que se puede vivir en sociedad sin reconocer nuestras conexiones con ella).

27 Aunque tengo más o menos claros mis intereses, todos estos avisos y recordatorios para mí mismo se centran en otra cosa: en entender y defender las estructuras comunes. En limpiar el terreno de juego. En dibujar un útil espacio que nos ayude a convivir, separar lo justo (comunitario) de lo bueno (personal) y comprender nuestros derechos y deberes universales. En el infierno, el ruido no nos dejará ver esas estructuras, pero aquí aún podemos verlas si apagamos un momento la campaña.

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