Más indignación y repulsa que sorpresa produce el intento de asesinato de Donald Trump. Podemos pensar en un atentado bumerán porque, rechazando de plano y con una condena rotunda y sin paliativos la acción de este joven de 20 años, el excéntrico personaje que pretende recuperar el sillón de la Casa Blanca recoge lo que lleva sembrando desde hace demasiado tiempo.
Es muy peligroso y absolutamente inaceptable que la violencia aparezca en cualquier momento de la vida de las personas, pero mucho menos en el ámbito político donde es especialmente esencial el respeto y la tolerancia a las ideas y posiciones de cada uno de los adversarios. Y recalcar lo de adversarios que no enemigos.
Las líneas rojas que deben proteger día a día a la democracia, a la libertad, al Estado de derecho y de bienestar que nos hemos trabajado con mucho esfuerzo y sacrificio las democracias liberales occidentales se rebasan con demasiada impunidad por los populistas autoritarios que pretenden alcanzar el poder a toda costa y alimentan una polarización que deriva en una violencia inadmisible.
El autor del atentado, Thomas Matthew Crooks, ha sido abatido por los miembros del servicio secreto norteamericano que tendrá que explicar por qué se ha producido un fallo de seguridad tan grave. Bien es cierto que los expertos en seguridad y protección de altos mandatarios explican que es muy difícil evitar un atentado si el autor está dispuesto a morir tras ser descubierto por no tener una huida garantizada como ha sido el caso.
La lista de ataques contra presidentes y altos cargos en Estados Unidos es demasiado larga, pero desde 1981 cuando el republicano Ronald Reagan sufrió varios disparos, no se habían registrado un intento de asesinato de tal magnitud.
La cuestión es ¿y ahora qué? Causa cierto estupor y vergüenza que, dada la gravedad de la situación, Trump trate de aparentar ser un héroe que levante el puño y grita: lucha, mientras los servicios de seguridad se juegan la vida para evitar que posibles nuevos disparos puedan hacer blanco.
No es de extrañar la capacidad de Trump de darle la vuelta a situaciones complicadas. Cada vez que sale de un juzgado con una condena logra subir en las encuestas. Nadie duda de que este intento de atentado, con una bala que le roza la oreja derecha, con sangre en su cara y su camisa, le va a proporcionar tristemente un gran impulso en la campaña electoral. O no. Joe Biden puede recibir con esto la puntilla, pero ha llamado a Trump para condenar enérgicamente este acto de violencia que demuestra la enfermedad que sufre Estados Unidos.