¡Hola vecinos! El viernes este puma estaba siguiendo en la tele un informe acerca del proceso de polarización y embrutecimiento de la política. De la grosería, el bulo, el insulto y el desprecio hacia la ética que se han instalado en el ejercicio de la gestión política, con especial encono en los escenarios más visibles, mediáticos y ejemplarizantes. Desde los escaños a los mítines. Desde medios de información al Twitter en modo graznido. Desde la alcachofa microfónica al compadreo entre comilitones reidores de las gracias del baranda de turno. En fin, un asquete.
El informe señalaba los objetivos concretos del asquete: el desprestigio del sistema democrático y de las instituciones. Un caldo de cultivo ideal para el desarrollo de extremismos que vienen a saco por la derecha. La tele era La Sexta, advierto. Las cosas como son. Pero miro al fondo a la derecha, allá donde están los váteres en los bares y, por ahí avanza la ola ultra anegando hasta al PP. Al fondo a la izquierda, sin embargo, se evidencia respeto a las reglas del juego. Hasta Gabriel Rufián (ERC) muestra un sentido de Estado al que no llega Pablo Casado con su photocall de vacas sueltas y su remolacha en peligro de extinción.
Veo La Sexta –que me gusta a mí La Sexta, qué le vamos a hacer– y sale Hermann Leopoldo Tertsch del Valle-Lersundi, o sea Tertsch, Hermann Tertsch, como Bond, James Bond. O como Rente, Tor Rente, el brazo tonto de la ley. Sale en su famosa comparecencia telemática ante la Comisión de Inmersión Lingüística del Parlamento europeo reunida en Estrasburgo. Comparecencia a distancia. A distancia sideral, vaya. A la distancia que se da entre una sala institucional y un asador muy español y mucho español de carretera con techo de gotelé gordo, banda sonora de platos, vasos y voces, con una estantería de botellas de espirituosos y clientes mandando a Tertsch a salir a escape de allí. El europarlamentario de Vox apunta por dónde van a ir sus tiros saludando desde el mesón a la presidenta de la comisión como ‘señora presidente’. Presidenta, de qué. Las presidentas no existen. Y para referirse a la Generalitat, Tertsch se concentra en decir Generalidad. Marcando territorio lingüístico en materia de género y de relaciones con las autonomías.
No es la primera vez que el periodista –que comenzó militando en el Partido Comunista de Euskadi para involucionar hasta Vox– mete la pata en un rumboso local hostelero. Hace años aseguró haber sido salvajemente agredido en un piano-bar. Eran las seis de mañana. Fue a un hospital y montó un pollo, marchándose a casa. Ya en su domicilio lo pensó mejor, eligió un pijama elegante y volvió al hospital para que lo ingresaran. Se hizo fotos en el lecho del dolor y trató de convertir la salvaje agresión en una cuestión de Estado. De ataque a la libertad de expresión y esas cosas. Con el apoyo de Esperanza Aguirre señaló como instigadores al Gran Wyoming, al presidente Zapatero, y hasta a la ignota ‘policía política de Rubalcaba’ que constituía una de las teorías de la conspiración tan queridas por el PP. Hubo testigos que afirmaron que a las seis de la mañana Tertchs no se había comido un colín en el piano-bar, creyó que todo el monte era orégano y alguien le metió un empentón. Todo quedó en una vulgar riña de bar.
Pero, con un historial donde se recogen condenas por intromisión ilegítima y vulneración del derecho al honor, a la intimidad y a la imagen, a mí Hermann Tertch me cae como el culo por insultar a mi ilustre paisana, la escritora Irene Vallejo, autora de El infinito en un junco, Premio Nacional de Ensayo 2020. Eso sí que no se lo perdono. Irene había contado que sus padres no querían tener hijos mientras viviera Franco. A ver: cada cual planea generar descendencia cuando lo considera conveniente. Bueno, pues Tertchs escribió: «Hay que ver la pena que dan estas pobres gilipollas con lo que tienen que inventar ya para hacerse antifranquistas. Toda la vida fantaseando mentiras en torno a la misma obsesión de un general remoto en el tiempo. Todo para legitimar los abusos, los robos y las miserias actuales».
Cualquiera que conozca a Irene Vallejo sabe de su inteligencia, formación y personalidad dulce, empática, comprometida y sabia. La respuesta que dio al de Vox lo demuestra: «El emperador Marco Aurelio: ‘La amabilidad es una fuerza invencible.
Porque, ¿qué te haría el hombre más agresivo si eres benévolo y le dices: Hemos nacido para otra cosa. No temo que me dañes, eres tú quien te perjudicas?
(Meditaciones XI)’. Como eres un hombre culto, creo que apreciarás la Serena sabiduría de Marco Aurelio. Mis respetuosos saludos, mis mejores deseos».
Esa es Irene Vallejo. Eso, lo otro, es Tertch, Hermann Tertch. Como Bond, James Bond. Como Rente, Tor Rente.