Ilustre catedrático,
Al leer su artículo, publicado en el Diari del pasado viernes, bajo el título «Se va el caimán», iba a pasar página, cuando advertí que el autor se identificaba como catedrático, investigador político y escritor decidí leerlo, pero mi ilusión se desvaneció.
¡Se fue el caimán!
¡Al fin! "Se va el caimán, se va el caimán (se va para Barranquilla)", era una canción de letra inocente que fue censurada en España durante la dictadura pues venía asociada al gustazo popular cuando un dictador desaparecía de escena. Y en 1946 Franco parecía tocado de ala ante la presión de la ONU y las conspiraciones monárquicas internas.
Usted, como historiador, debe saber que el general de división Cabanellas (1872), era el más antiguo y de más edad de los mandos integrantes de la Junta de Defensa Nacional y en tal condición debió presidir, y presidió, dicha Junta en su reunión para determinar el modelo de mando del ejército nacional. Debió dirigir y moderar dicha reunión y debió concretar la decisión tomada y hacerla pública.
En aquella reunión, celebrada en Salamanca el 21 de septiembre de 1936, se decidió el establecimiento de un mando único, y así se votó unánimemente por los miembros de la Junta, con excepción del general Cabanellas, quien se abstuvo, quizá porque sabía que el designado para ejercerlo iba a ser el general Franco.
No vamos a debatir ahora el acierto de elegir la fórmula de un mando único. A continuación se votó la designación de quien debía ostentar dicho mando único y supremo del ejército nacional y se decidió, por unanimidad, que fuera el general Franco, con la excepción de la abstención del general Cabanellas. Y así fue, por la razón de que se le reconocía el oficial con más prestigio, el más idóneo y capaz para desempeñar dicho mando.
El general Cabanellas, parece ser, que posteriormente hizo a algún compañero el comentario al que usted alude.
El general Cabanellas, si pensaba que el General Franco era un peligro para España, no debió hacer dejación de la autoridad que le confería su condición de oficial más antiguo, debió oponerse radicalmente a la designación de Franco y, en último extremo, asumir, como oficial más antiguo, el mando militar supremo del ejército nacional. Creo que la conducta del General Cabanellas queda en entredicho.
Igualmente, si el General Mola, quién, como es conocido, estuvo pendiente de la incorporación de Franquito al alzamiento, creía despectivamente que el General Franco era «un Miss Canarias…» no debió apoyar incondicionalmente su designación y, por ello, le es aplicable el reproche hecho al General Cabanellas.
Ahora va a resultar que Franco, el General de más prestigio, nacional e internacionalmente, del ejército Español, designado por sus compañeros para ejercer el mando militar supremo del alzamiento. Que venció en la guerra y que posteriormente ostentó la Jefatura del Estado durante casi 40 años, transformando España hasta situarla en el top 10 de las primeras potencias industriales del mundo.
Todo ello sin que nadie osara levantarle la voz y prácticamente sin oposición alguna… como decía, va a resultar ahora, que era el más tonto de la clase…
Supongo que su juvenil y heroica lucha antifranquista, de la que hace gala, no se limitó a tener el valor de cantar a coro «se va el caimán…» y cuente en su currículum con años de cárcel y tortura, persecución e inhabilitaciones profesionales.
No me detengo más, solamente resaltar que continúa usted afirmando que con la «cruz se golpeaba la boca de los republicanos que se negaban a besarla y a confesar y a comulgar antes de ser ejecutados en nombre de la justicia divina» , denunciando la rapiña de Franco (¿), atacando a los monjes benedictinos de la Abadía del valle y comparando a Dios con cualquier otro Tótem ideológico…
¡Y se queda tan a gusto! sin comentarios, usted mismo se retrata. Finaliza su Tribuna deseando vivir en paz de una vez. Pero no contribuye precisamente a ello, porque su artículo parece, más bien, el desahogo de su amargura, y destila odio y rencor.
Permítame que no pueda evitar compadecerle, porque bastante tiene usted con vivir con semejantes sentimientos.
Le ruego que me disculpe si se ha sentido ofendido con mi réplica, le aseguro que no es mi intención y, por ello, deseo y espero que la interprete con la misma buena fe con que la he escrito. Le reitero mi reconocimiento y respeto como ilustre catedrático.
Luis de Grandes Coronel de Caballeria y diplomado del Estado Mayor