Muchas personas han celebrado el fin de la obligación de llevar mascarilla por la calle como el regreso de la sonrisa. Se entiende que la máscara ocultaba la boca y con ello la posibilidad de mostrarse sonriente. Considerando que sonreír inspira confianza, la calle será más amable desde ahora.
Sin embargo en tiempo de mascarilla utilizábamos la «sonrisa de Duchenne», llamada así en honor del investigador francés que estudió cómo sonreímos con los ojos gracias a una contracción del músculo orbicular que produce arrugas alrededor de nuestro sentido de la vista.
Ahora, liberada la cara, espero que podamos saludarnos con la mano, en vez de con el codo, cosa que debía ser muy saludable, pero ridícula porque recuerda el Baile de los Pajaritos.