Primer fracaso de Biden

Vacunar al 70% de la población para la fiesta nacional del 4 de julio fue la gran promesa con la que inauguró su mandato. Ahora España avanza más rápido que EEUU en la vacunación

12 julio 2021 08:25 | Actualizado a 12 julio 2021 08:32
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Joe Biden no ha conseguido llegar al 4 de julio, el día de la fiesta nacional norteamericana, al objetivo del 70% de la población vacunada. Fue la gran promesa con la que inauguró su mandato y ahora afronta su primer fracaso. Ha dispuesto de todas las vacunas necesarias y ha movilizado a las autoridades federales, estatales y locales. Ha contado con el apoyo de la mayoría de los medios de comunicación. El número de vacunaciones ha crecido de forma exponencial, hasta que ha llegado a un tope. La estrategia no ha dado resultado y el presidente ha recurrido al viejo truco de reinterpretar el objetivo inicial y declarar que se trata de conseguirlo a lo largo del verano, añadiendo casi tres meses al plazo previsto. Ahora mismo la vacunación en España avanza más rápido que en EE UU, a pesar del retraso inicial de nuestro país, lastrado por la torpe negociación de suministros protagonizada por la Comisión Europea, de la que por cierto nadie se hace responsable.

La explicación del fracaso político de Biden es doble. Por un lado, una parte sustantiva de la población muestra una resistencia preocupante a las vacunas, por razones ideológicas. La cifra oscila entre el 30% y el 40% (en algunos cuerpos del ejército supera este segundo porcentaje).

Son personas que entienden las vacunas como parte de una rocambolesca conspiración mundial o que incluso esgrimen motivos religiosos para no inmunizarse. El país está escindido tercamente en dos mitades. El mundo de las dos costas y las grandes ciudades no tiene nada que ver con la América profunda. La polarización ideológica es enorme y tiene consecuencias tan serias como esta negativa a vacunarse. Por otro lado, EE UU cuenta con peor infraestructura sanitaria pública que cualquier país de la Unión Europea, aunque gasta en ella nada menos un 18% de su PIB. Son unas cantidades astronómicas más orientadas a la investigación que a la prevención y la atención médica. Es una orientación que se acaba notando en una situación de emergencia nacional.

Por un lado, el país ha sido capaz de desarrollar y aprobar tres vacunas muy eficaces contra la Covid-19 en solo un año, un récord con consecuencias globales muy positivas. A cambio, ha habido escasez de camas de hospital y de enfermeros, y las personas más desfavorecidas han sufrido mucho más la pandemia, entre otras cosas porque todavía hay decenas de millones de ciudadanos sin seguro médico. La aceleración de los contagios por la variante Delta hace que el problema de los que no se quieren vacunar en Estados Unidos sea cada vez más grave.

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