En octubre de 1940 Heinrich Himmler quiso conocer Montserrat. Los abades Marcet y Escarré huyeron por «asuntos urgentes», así que les recibió el Padre Ripoll.
A un comentario suyo, Himmler espetó: «Un país no es grande por sus santos, sino por sus sabios», y el monje contestó: «Precisamente en Alemania los santos fueron muy sabios».
Cuando el nazi vio una réplica del Templo de Jerusalén, ironizó: «¡He aquí la primera banca!». Ante un huésped tan burdo, el P. Ripoll dejó sin responder su afirmación de que un cadáver hallado en las Cuevas de Collbató debió ser de raza aria. La obsesión por la raza llevó a su régimen a matar a cientos de miles de personas con discapacidad.
Es la misma política decretada por el Estado Islámico en Mosul: asesinar a los discapacitados. En realidad los verdaderos discapacitados son ellos: no tienen la capacidad de amar. Son Hitler con internet.