Conxa Manrique es abogada especialista en Derecho Administrativo. Miembro de la Sociedad de Estudios Económicos. Patrona de la Fundació Trencadís Modernismo y Cultura.
Recientemente visité Praga, declarada patrimonio de la humanidad, igual que Tarragona. En Praga la movilidad urbana se la toman muy en serio. A la vuelta del viaje decidí profundizar en el tema. Lo primero fue consultar el Plan de Movilidad Urbana y Sostenibilidad de los ayuntamientos de Tarragona y Reus, para conocer las previsiones de futuro de estas ciudades. Mi sorpresa fue comprobar que estos Planes, elaborados en el 2012, finalizaban en el 2017 y gran parte de sus objetivos no se han cumplido.
Por definición, la movilidad es el conjunto de desplazamientos, tanto de personas como de mercancías, que puede ser urbana o interurbana. Sobre la interurbana, Tarragona se ha visto perjudicada con el trazado de la Alta Velocidad, con parada en Perafort. La estación propia de la ciudad ha pasado a ser ‘de cercanías’, lo que supone aislamiento y empobrecimiento para todos. El proyecto del Transcamp supondrá un gran avance, si bien pasaran décadas antes de su llegada a Tarragona. El cuarto puente, con acceso por Torres Jordi, será imprescindible cuando se urbanice la zona que hoy ocupa Campsa.
La movilidad urbana tiene como finalidad conseguir que la calidad de vida de las personas mejore, gracias a un conjunto de medidas dirigidas a hacer y tener ciudades más amables. La movilidad importa, pero sobre todo la calidad del aire y la reducción de la contaminación acústica. Importa reducir la siniestralidad y mejorar la accesibilidad, unir barrios y mejorar la comunicación entre ellos. En definitiva, asegurar un futuro mejor mediante un modelo de ciudad sostenible. Porque las ciudades son de las personas que las habitan, son lugares de encuentro y convivencia, de oportunidad y de objetivos vitales cumplidos. Y para ello necesitamos unas líneas estratégicas de actuación de acuerdo a criterios de salud, sostenibilidad ambiental, igualdad de género y coordinación con el planeamiento urbanístico. La OMS ya ha advertido de los efectos nocivos que la contaminación urbana tiene sobre las personas y buena parte de ella proviene de la actividad del transporte y la movilidad en las ciudades. Las consecuencias son un aumento del riesgo de padecer múltiples enfermedades, afectando especialmente a la población infantil y las personas mayores. El envejecimiento de la población de nuestra ciudad obliga a dar respuesta a las necesidades de desplazamiento propias de nuestro tiempo.
Siguiendo la normativa europea, el Estado aprobó la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, que establece que los municipios de más de 50.000 habitantes, y los de más de 20.000 que superen determinados índices de contaminación, deberán adoptar, antes de 2023, planes de movilidad urbana sostenible (PMUS) con medidas para reducir las emisiones contaminantes de la movilidad y el establecimiento de zonas de baja emisión (ZBE).
Se entiende por ZBE el ámbito delimitado en el que se aplican restricciones de acceso, circulación y estacionamiento de vehículos y puede comportar el pago de una tasa según el principio. «Quien contamina paga».
Los PMUS son un conjunto de actuaciones que tiene como objetivo la implantación de formas de desplazamiento en la ciudad más sostenibles, es decir, modos de transporte que hagan compatibles el crecimiento económico, la cohesión social y la defensa del medioambiente, garantizando, de esta forma, una mejor calidad de vida para los ciudadanos. Los PMUS deberán introducir ZBE. Recientemente el Ayuntamiento de Tarragona ha sacado a licitación la contratación para la elaboración del PMUS de la ciudad.
Los fondos europeos Next Generation pueden ser fundamentales si se saben gestionar correctamente.
Otro elemento importante de la movilidad es el transporte y el aparcamiento público urbano, gestionado por la Empresa Municipal de Transports Públics de Tarragona S.A. El servicio de transporte es especialmente costoso en nuestra ciudad por las características del municipio: alargado (desde Ferran hasta los barrios de Ponent), con numerosos barrios y urbanizaciones, etc. Esto dificulta el diseño del trazado de líneas, interconexiones y transbordo. Tienen que mejorarse la intermodalidad entre operadores (coordinar horarios, etc), la información ofrecida a los ciudadanía sobre el servicio, creación de APPs; accesibilidad; tarifa única y económica de los aparcamientos públicos, etc.
Tarragona necesita estrategias de movilidad bien definidas, objetivos claros y presupuestados que pasan por: 1) Priorizar e impulsar la movilidad peatonal, en concreto la zona adyacente a la plaza Corsini y el Forum; el último tramo de la Rambla; la Parte Baja y/o Portuaria; determinadas calles de los barrios. 2) Mejorar el transporte y los aparcamientos públicos. 3) Impulsar la movilidad ciclista y otros vehículos de movilidad personal, en espacios ganados al vehículo, aumentando, mejorando y construyendo aparcamientos seguros, cubiertos y cerrados para bicicletas y VMP, como en la ciudad de Palencia, entre otras. 4) La adecuada gestión de los desplazamientos en automóvil, reequilibrando el espacio en la calle entre diferentes usos, que incluye más aparcamientos disuasorios y más zonas de estacionamiento preferente para vecinos. 5) El control y vigilancia de las zonas de carga y descarga. 6) La seguridad vial, partiendo de que el peatón es el sujeto mas vulnerable, en coordinación con los Planes de Seguridad Vial de la Direcció General de Trànsit. 7) El cuidado del medioambiente, mediante la reducción de emisiones de CO2 y la contaminación acústica.
Tarragona sufre un retraso en materia de movilidad. No obstante, leo noticias esperanzadoras de proyectos municipales que intentan avanzar en el tema. Quiero pensar que no se trata de cantos de sirena que intentan seducir a los votantes en vísperas de elecciones municipales sino de compromisos serios de políticos responsables.
Parafraseando a Humphrey Bogart, «...siempre nos quedará Praga».