Sobre el desgaste físico de Joe Biden

Hablé dos veces hace tiempo con Joe Biden. El presidente de EEUU sigue siendo un hombre lúcido. Ayer llamó personalmente a Trump para ofrecerle su apoyo después de que su rival sufriera un atentado

14 julio 2024 21:45 | Actualizado a 15 julio 2024 07:00
Gustau Alegret
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Han pasado seis años desde que entrevisté a Joe Biden. En aquel entonces, era exvicepresidente y su nombre sonaba con fuerza como posible candidato a la presidencia de Estados Unidos. Aún no había anunciado su decisión (aunque era un secreto a voces), y a pesar de que esa fue mi primera pregunta, la respondió con evasivas.

Por mi trabajo, he coincidido además varias veces con Joe Biden, como vicepresidente de Barack Obama y como presidente. Solo en dos ocasiones he hablado con él. Una en un evento en la Casa Blanca en la que le di la mano y conversamos brevemente. La otra, el día que lo entrevisté el 17 de julio de 2018.

Yo le esperaba en una sala contigua al auditorio donde había pronunciado un discurso. Le esperaba de pie, repasando mis notas junto a las dos sillas dispuestas para la conversación. Cuando llegó, se me acercó despacio pero decidido y nos dimos las manos. Recuerdo su mirada atenta mientras uno de sus asesores me presentaba. Cuando el asesor terminó, le agradecí aceptar la entrevista y le invité a sentarnos. En silencio, revisé mis últimas notas mientras él miraba al suelo antes de comenzar. Luego vinieron diez minutos de intercambio sin grandes revelaciones (la principal novedad es que las opiniones que expresó las decía con la libertad de no ser un candidato u ocupar un cargo público, pero aun así fue prudente). Al final, tras dos silenciosos avisos de su equipo desde detrás de cámaras para que termináramos, cerré la conversación y me despedí de la audiencia. Luego vino una conversación a micrófono cerrado en la que él fue más claro en sus intenciones de buscar la presidencia porqué creía firmemente que era el único que podía sacar a Donald Trump de la Casa Blanca, una convicción que hoy me atrevería a decir que todavía es el principal motivo que le mantiene en su intención de ser reelegido, de evitar que Trump vuelva al poder.

En todas las ocasiones que he coincidido o he interactuado con Biden, he visto en él un envejecimiento natural de alguien a quien el paso del tiempo le resta vitalidad física, que no lucidez mental. Aquel 2018, recuerdo a Biden mayor pero mentalmente ágil. Respondió algunas preguntas con una aparente duda por su tartamudez (contra la que luchó con éxito en su adolescencia pero que siempre le ha acompañado en algún grado hasta hoy). Sabía qué le preguntaban y qué estaba respondiendo.

Unos años más tarde, en la Casa Blanca, en el despacho Oval cuando recibió a Pedro Sánchez o a otros mandatarios latinoamericanos, vi de primera mano sus dificultades para expresarse. No eran graves pero si se había acentuado en cada encuentro. Como parte del grupo de periodistas que retrató esos momentos, fui siendo testigo de esa evolución; y no por tartamudo sino porque su edad afectaba a su físico.

Creo que Joe Biden sigue siendo un hombre lúcido y trabajador, pero sus más de 80 años pesan para un cargo de tanta responsabilidad y actividad; y le pesan más que a otros. Donald Trump tiene sólo 4 años menos que Biden pero su apariencia física y verbal es más dinámica y ágil, y en todas las veces que he estado o he visto a Trump, no he advertido el mismo deterioro.

El rol de un presidente exige no solo agudeza mental, sino también una presencia pública dinámica y fuerte, y Joe Biden hoy no demuestra tenerla, a pesar de ser un hombre más lúcido que Trump y a pesar también de que ayer le llamara personalmente para ofrecerle su apoyo después del atentado. Esa carencia a Biden no le ayuda en su propósito de vida de evitar que Trump vuelva al poder.

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