Europa ha vuelto a esquivar por los pelos una estocada contra el proyecto de la Unión, tal y como hiciera en las elecciones europeas en junio. Sin embargo, nos haríamos un flaco favor si no permanecemos vigilantes ante el empuje de la ultraderecha.
El auge de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia no se limita a las elecciones que mantuvieron ayer en vilo a buena parte de Europa. El movimiento ultraderechista ha experimentado un constante crecimiento desde hace años, como certifican las pasadas elecciones europeas en las que arrasaron con un 31% de los votos. Otro antecedente: Le Pen llegó a ser candidata al Elíseo hasta en dos ocasiones. En las presidenciales de 2017 y 2022 superó en votos al resto de los candidatos en primera ronda y se midió a Macron. La ultraderecha cayó derrotada finalmente, sin embargo, había conseguido normalizar una retórica extremista que ha llevado a la formación a ser un contendiente serio para gobernar el segundo país con más peso en Europa.
Esta ha sido la primera vez que el antiguo ‘Frente Nacional’ ha estado cerca de obtener la mayoría en el parlamento francés desde el final de la Segunda Guerra Mundial, según me explicó Marie Bohner, jefa de investigaciones digitales de la agencia pública de noticias Agence France-Presse (AFP), en una reciente entrevista para el International Press Institute (IPI).
Buena parte del auge del partido de ultraderecha Agrupación Nacional se explica por los discursos populistas, llenos de recetas mágicas, que han calado en la sociedad. La formación de Le Pen ha centrado buena parte de su campaña en la reducción de los impuestos y de la factura de la luz que ha sacudido a la economía francesa. Sin embargo, las medidas que proponía eran cuanto menos improbables de llevarse a cabo en un periodo corto de tiempo, a ojos de los expertos en economía.
El otro eje de la campaña de la ultraderecha se ha centrado en desacreditar las instituciones democráticas, aludiendo a una manipulación de los resultados electorales si la Agrupación Nacional no conseguía la victoria. Según Bohner, los verificadores de AFP se han visto obligados a contrastar las alusiones de varios líderes regionales de la formación política acerca de la ilegalidad de estas elecciones antes de que se hubiera celebrado la primera vuelta, el pasado 30 de junio.
Nada nuevo en el mundo de la desinformación. Esta narrativa se ha observado en varios procesos electorales, especialmente desde 2016 con la llegada de Donald J. Trump a la presidencia de Estados Unidos y, posteriormente, en el Reino Unido en las semanas previas al Brexit. Los ataques contra la credibilidad de los periodistas y los medios de comunicación también se han multiplicado en Francia durante este periodo electoral, me contó Bohner.
Los verificadores de AFP han observado la proliferación de operaciones Doppelganger. Se trata de una táctica dirigida a desacreditar la labor de los medios a través de crear un clon de la página web de un medio de comunicación y publicar noticias falsas.
Por ejemplo, observaron como un clon de la página web del 20 Minutos francés lanzaba la ‘noticia’ de que Macron había ofrecido 100 euros a cada ciudadano que votara a su partido en la primera vuelta de estas elecciones legislativas. También se ha observado este tipo de operaciones en Alemania contra el Der Spiegel.
La polarización y tensión generada en estas elecciones han expuesto a los verificadores, cuya labor es la de subrayar las incongruencias de los políticos, a constantes campañas de acoso e intimidación en redes sociales. De hecho, decía Bohner, la Agence France-Presse, ha adoptado la política de no firmar los artículos con el nombre de los fact-checkers como medida de prevención.
A pesar de toda esta retahíla de amenazas, tácticas de descrédito y manipulación, la ultraderecha ha puesto el proyecto europeo en solfa y ha requerido de una participación histórica para ponerle freno. En otras medidas, el resto de partidos políticos se han unido en un nuevo Frente Republicano para crear un cordón sanitario contra la formación de Le Pen. Haríamos bien en no permanecer durante mucho tiempo en la complacencia de la victoria.