El eslabón perdido

26 febrero 2023 18:36 | Actualizado a 27 febrero 2023 07:00
Àngel Guillén
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Ese es el colectivo arbitral. El eslabón más débil de la cadena y, después de lo sucedido con el ‘caso Negreira’, el eslabón perdido. En la organización piramidal del deporte basada en las federaciones deportivas, el estamento arbitral supone una pieza clave en el engranaje federativo por diversas cuestiones: en primer lugar, por su pertenencia única y exclusiva a la federación; en segundo término, porque las competiciones profesionales organizadas por una liga profesional deben acudir a los árbitros de las federaciones deportivas, como le sucede a la LFP con la RFEF; y, en tercer lugar, porque como todo grupo integrado en una entidad federativa debe someterse a las pautas de organización y funcionamiento de los órganos superiores jerárquicos.

Esto sucede en todas y cada una de las federaciones deportivas españolas. Dentro de su organigrama existe un Comité Técnico de Árbitros que se encarga, principalmente, de clasificar técnicamente a los árbitros proponiendo ascensos y descensos a final de temporada, de proponer a los candidatos a árbitros internacionales, de designar a los equipos arbitrales que deben dirigir los partidos y de establecer las directrices de actuación y homogenización de los criterios técnicos durante la competición. Así lo establecen los reglamentos de funcionamiento de federaciones como la de fútbol, baloncesto, balonmano o tenis, por lo que todas ellas reconocen una ‘cierta’ autonomía funcional y organizativa de su respectivo CTA dentro de su pertenencia a la correspondiente federación.

¿Dónde quedan los árbitros como colectivo? Efectivamente, en la parte inferior de la pirámide del modelo federativo

Como órgano rector del colectivo arbitral y de todo lo referente a las cuestiones arbitrales, el CTA de la RFEF forma parte de la propia federación y cuenta con un organigrama propio compuesto por un Presidente, un Adjunto a la Presidencia, tres Vicepresidentes y una Comisión Técnica integrada por nueve miembros. A priori, tanto las competencias atribuidas al CTA como su composición, se antojan más que suficientes para trabajar en la mejora continua del arbitraje que contribuya a unas competiciones de mayor calidad, también por los árbitros que participan en ellas.

En el engranaje federativo diseñado por nuestro modelo del deporte, y en particular en el fútbol, se van superponiendo los diferentes eslabones, véase Consejo Superior de Deportes, RFEF y CTA, sin embargo, ¿dónde quedan los árbitros como colectivo? Efectivamente, en la parte inferior de la pirámide del modelo federativo. Es cierto que los árbitros, en tanto que miembros de un CTA y de una federación, deben someterse a la disciplina y a las reglas que dichos organismos estipulen, como es lógico. Pero, en un caso de desprestigio absoluto del colectivo arbitral, más aún que no ha sido provocado por los propios árbitros, sino que procede de un estamento directivo del propio CTA como es la vicepresidencia que ostentaba Enríquez Negreira, se demanda por parte de la sociedad en general, y del mundo del deporte en particular, un mayor grado de autonomía de los árbitros. Una mayor autonomía y responsabilidad individual para hablar, para demostrar públicamente a aquellos que, todavía hoy, tienen dudas sobre la honestidad de los árbitros españoles y de la limpieza de la competición, que el colectivo arbitral cuenta con una absoluta independencia en la toma de decisiones técnicas y con una excelente preparación física, técnica y psicológica a la altura de la exigencia que demanda la competición.

¿Por qué no se confía, de una vez por todas, desde las instancias directivas del CTA en los árbitros para hacer declaraciones públicas?

Habida cuenta de que este escándalo en el que se han visto inmersos los árbitros no es responsabilidad suya, y de que la reacción del CTA ha sido elaborar y difundir una encuesta con preguntas sobre las relaciones con Enríquez Negreira, ¿por qué no se confía, de una vez por todas, desde las instancias directivas del CTA en los árbitros para poder hacer declaraciones públicas? Está en juego no solo el prestigio de un colectivo, también el de la federación, el del fútbol y el del deporte español, por lo que, en estos momentos, los únicos que pueden salvaguardar la honestidad e independencia arbitral son, precisamente, ellos, los árbitros, los que componen el eslabón perdido, pero con más credibilidad en estos momentos.

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