La historia está llena de pícaros fascinantes

25 julio 2024 21:12 | Actualizado a 26 julio 2024 07:00
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Ayer, repasando la web del Diari, me topé con una entrega de ‘Històries de Casa Boada’ en la que nuestro tascaman Eduard Boada explicaba varios casos de micronaciones –me apasionan– y recordaba a personajes como el príncipe Guillermo III de Grau-Moctezuma, al que conoció en persona. Procedente de una familia industrial, este pícaro catalán se paseó por medio país –y por Coma-ruga– presentándose como heredero al trono azteca y repartiendo títulos nobiliarios a diestro y siniestro. A menudo a cambio de dinero.

Su caso me recordó al de otro personaje que prometí explicar un día aquí. Se trata del barón Boris Skossyreff, un noble ruso –este sí, con título auténtico– que después de huir de la revolución bolchevique, en 1934 recaló en Andorra. Gracias a su encanto y persuasión, consiguió que el Consell General del país le nombrara rey, en detrimento de los copríncipes francés y catalán, el presidente Albert Lebrun y el obispo Justino Guitart. Boris I prometió libertades y modernización para el país, así como dinero a espuertas, gracias a las inversiones extranjeras y al establecimiento de un paraíso fiscal. Lebrun no se opuso al nombramiento, pero el obispo de La Seu mandó a la Guardia Civil a Andorra la Vella y los agentes detuvieron a Skossyreff y lo expulsaron del país. Por cierto, Boris I, como Guillermo III, también pasó por Tarragona. Su plan para coronarse rey se fraguó en Torredembarra.

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