Frío

11 diciembre 2024 20:09 | Actualizado a 12 diciembre 2024 07:00
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El paseo desde mi casa hasta el Diari es casi una línea recta. No suelo apreciarlo mucho, pero bajaron las temperaturas y me animé a pesar del catarro-gripe-virus-bacteria-que-todo-lo-puede, vestida como el muñeco de Michelin, versión italiana, gorro importante y gafas de sol. Al verme reflejada en el cristal de una cafetería, me divirtió encontrarme disfrazada de sombra. En la Rambla había menos gente de lo habitual. Solo los incombustibles jubilados que suben y bajan impertérritos a las temperaturas y que me adelantan con velocidad a pesar de que yo camino rápido. En el tramo final, apenas me cruzo con dos personas. La mayor parte del tiempo estamos a solas las baldosas desencajadas (asesinas) y mi silueta. La mañana fría es un lugar extraño. Estás en la ciudad, pero la sensación es la de estar en mitad del monte. Exagero, pero tengo fiebre. Llego a la plaza imperial Tarraco donde el tráfico me saca de mis ensoñaciones. Allí enmedio está esa especie de jardín-lago-parque minúsculo, conocido como Los Patos. Ahora allí no hay patos, solo palomas amenazadas por gaviotas, niños con bocadillos envueltos en papel de plata y adolescentes que pasan del frío y enseñan los ombligos desafiantes. Mi sombra y yo llegamos al Diari algo distorsionadas. Las mañanas soleadas y frías están para ser caminadas. Añoro ese frío de lifting inmediato. El frío es el mejor lugar para vivir.

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