Hay una expresión catalana que me hace mucha gracia, que es «l’hereu escampa». ‘L’hereu escampa’ es el heredero que acaba con el patrimonio, y lo hace de un modo tajante: perdiendo no solo el dinero, sino la salud y la reputación por el camino. En todos los idiomas hay palabras similares, cosa que indica lo universal de ese hijo inútil que dilapida el buen nombre familiar. Siempre que no arruine más que a los suyos, esta figura suele caer bien. El malgastador vago nos convierte a nosotros —torpes y algo derrochadores también— en semihéroes. Así que le tenemos simpatía. De lejos, claro. De cerca no hay que aguantarle ni media, y no hay que prestarle jamás. Habla mucho. Es gesticulante y adulador, liante e hiperbólico. Y suele tener un cierto estilo. En el calaverismo chic hay trajes diplomático, camisas tejanas gastadas, chaquetas desbocadas, cuello alto, botas de ante, gafas de sol como diadema, puros, no se trasladan del punto A al B sino que suben o bajan, usan un diminutivo cariñoso de juventud; siempre tienen buen color porque andan todo el día al aire libre, jamás bajo la horrenda luz de oficina. Josep Pla trasladó la teoría al urbanismo, y esto se comprueba en lugares como la Toscana o el valle de Napa: «Els paisatges construïts per hereus escampes són desordenats i horribles. Un paisatge construït per avariciosos és una meravella».
Derrochar
16 abril 2025 20:04 |
Actualizado a 17 abril 2025 07:00

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Un articulo de Natàlia Rodríguez
Directora
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