¡Hola vecinos! He tenido una semana gallega sin haber salido del viejo reino de Aragón. De no ser por una amiga fantástica que tengo en La Coruña y se llama Nuria Pan -prima carnal de Peter-, ni me habría enterado de que la semana gallega comenzaba el martes pasado con el Día das Letras Galegas que convoca cada año la Real Academia Galega. La prima hermana de Peter Pan lo puso en su pazo de Facebook y me entró la envidia cochina, porque en este viejo reino en el que habito ni hay Real Academia, ni Día festivo de las Letras autóctonas. Aquí solo tenemos ojos para una letra: la Jota. La Jota bailada o cantada. Ya sé que es un chiste indigno de una mente prodigiosa como la mía, pero se me ha venido a la cabeza así, de repente, y ha sido imposible cortocircuitar su paso al ordenador. Perdón. En mi disculpa diré que hay jotas maravillosas. Letras que merecerían por sí mismas un Día Nacional de las Letras de Jotas Aragonesas. Un ejemplito: aquella de José Iranzo, el ‘Pastor de Andorra’, que dice «tendí la manta en el monte y me se llenó de flores. Bendita sea la madre que nos parió a los pastores». Bendita sea, sí señor.
El Día das Letras Galegas pillóme leyendo el libro que, sobre la coruñesa María Casares, ha escrito Clara Fuertes: Todas las horas del día (Plaza & Janés). María Casares ha sido la gran actriz por excelencia del teatro y del cine en Francia. Una mujer apasionada y apasionante. Extraordinaria. Recibió el Premio Molière, el Premio Nacional de Teatro otorgado por el gobierno francés, la Legión de Honor, todos los reconocimientos que el país vecino podía darle. Hija de Santiago Casares Quiroga, jefe de gobierno de la República cuando el faccioso golpe de Estado, exiliada en Francia, amante de Albert Camus hasta la muerte de éste en un accidente de coche, colaboradora de la Resistencia francesa durante la invasión nazi, casada con André Schlesser e Hija Predilecta de La Coruña.
El libro de Clara Fuertes bucea a través de las interioridades de María Casares por medio de una ficción: en 1990, un joven periodista gallego recibe el encargo de cubrir la entrega del Premio Nacional de Teatro a la actriz, en París. Airas, el personaje literario, no tiene ni idea de quién es su paisana. Pero llega a saberlo todo. He leído Todas las horas del día en tiempo récord porque, en 1976, un joven periodista aragonés recibió el encargo de conseguir una entrevista para su periódico con María Casares. Jopé, siempre acabo contando aquí mi vida pero, sí, el joven periodista aragonés era este menda, este vecino. La diosa del teatro en Francia pasaría por Zaragoza en el marco de una gira con la obra de Rafael Alberti, El adefesio. Lo primero que supe es que María Casares odiaba las entrevistas. Así que no fue fácil. La recuerdo bajita y con pelo corto, fumando como un carretero -en la fotografía que guardo con ella sostiene un cigarro en su mano derecha-, tremendamente interesante y seductora. Imposible no quedarte con ganas de más rato de conversación. Fue generosa y comprensiva con el pipiolo que la entrevistaba tras mucho batallar por lograr el privilegio.
En el mismísimo Día das Letras Galegas, el también gallego Mariano Rajoy se plantificó en Pumalandia para presentar en un teatro local Política para adultos, su catecismo político dedicado a los mayores. Es una suerte que no lleve por título Política para la infancia o Política para jóvenes, lo que podría causar daños irreparables en los tiernos cerebelos de la población aún sin madurar. Con los audios del comisario Villarejo añadiendo más leña al fuego del desenfreno corruptelar del PP, algún cándido periodista quiso saber qué sinceras declaraciones podría hacer el expresidente Rajoy al respective. Don Mariano cortó por lo sano: «Yo he venido aquí a hablar de mi libro». Coñe, como Umbral. Qué poco original. Pero no era verdad. No venía a hablar solo de su libro. En la presentación defendió «la lucha del PP frente a los populismos». Nadie se atrevió a explicarle que los populismos nacen de la corrupción sistematizada entre la que el comisario Villarejo ha sido el rey del mambo, un conseguidor de cloaca. En fin, su Política para adultos puede ser libro de cabecera de gente como Toni Cantó, autor de la insigne obra De joven fui de izquierdas, pero luego maduré. Ése que leía El País cuando no existía El País y corría delante de los grises cuando ya no había grises. Como presunto adulto reconocido por él mismo, se constituye en potencial seguidor del maestro Rajoy.
La jornada siguiente al martes se tiñó de luto. Murió en Vigo Domingo Villar, maestro de la novela negra, hombre de ría, de mar, ‘padre’ literario de Leo Caldas. La semana gallega aún daría para mucho. En Sanxenxo se representaba una tragicomedia que haría salir de su tumba al propio Castelao.