La seguridad. Esa cuestión que tanto nos preocupa como sociedad y también a título individual, pero que tiene tan difícil solución. Poder caminar tranquilos por la calle. Estar seguros en nuestros hogares. Robos, hurtos, agresiones, peleas, altercados o actos vandálicos. Hay demasiados frentes abiertos con cifras y datos que nos inquietan. Y aquí también entra la privacidad. La necesidad o no de instalar cámaras de videovigilancia en la vía pública. Los datos demuestran que tienen un componente disuasorio importante. Muy relevante. Pero también hay quien se preocupa por el ataque que supone a la privacidad. ¿Son realmente útiles? Me perdonarán, pero yo soy de las que quiero vivir un poco más segura, y si las cámaras ayudan a ello y tengo que sacrificar un poco la privacidad, adelante. En el barrio Mas Pellicer de Reus tienen claro que son útiles. De hecho, incluso tienen escrito dónde habría que ubicarlas. Pero el nuevo plan que el Ayuntamiento tiene en marcha no las tiene previstas. Estas decisiones no deben tomarse a base de alerta vecinal y entiendo que hay que aplicar un criterio técnico, pero es una zona especialmente sensible con décadas de conflicto a sus espaldas, que merece especial atención en ese aspecto.
Tarragona también apuesta por este modelo. Quiere luchar contra la inseguridad ampliando el número de cámaras. La Part Baixa y las urbanizaciones de Llevant son algunas de las zonas donde más se prioriza. Las entidades vecinales, sean de donde sean, tienen claro que es una herramienta clave para desviar la atención de los delincuentes. Los ayuntamientos apuestan claramente por ello, ¿pero es solo una cuestión de percepción o los datos realmente lo avalan?
