Europa es el continente más avanzado y el mejor para vivir en libertad y progreso. La realidad en que se ha convertido la UE, aquella idea utópica de sus fundadores, la iniciativa política más importante en centenares de años.
Pero la prospectiva anticipa señales de alerta de que no hay que confiarse, el mundo está cambiando muy deprisa, y los riesgos y peligros para la paz y el progreso, derivados de la falta de responsabilidad en la convivencia, anticipan el comienzo del declive.
Y no sólo por las señales que envían las dos guerras, que mantienen viva la tradición bélica, lejos todavía de olvidar, empieza a alarmar de nuevo con el riesgo de una tercera contienda mundial.
Nuestra Europa, la UE, tiene problemas naturales que no son fáciles de resolver, empezando por las fronteras con la beligerante Rusia de la que además depende en algunas necesidades básicas como el petróleo y el gas con la agravante de que, llegado el caso, necesita de los Estados Unidos para defenderse.
El abandono de la capacidad militar nos mantiene dependientes. Los obstáculos que condenan la decadencia de Europa empiezan desde muy pronto con la comodidad, o mejor el abandono, de la natalidad. Su población cada vez más envejecida decrece sin perspectivas de atajarlo.
Los índices de confort alcanzados estimulan las dificultades que implica criar niños mientras la mejora de las pensiones aumenta la conformidad de los mayores. El desarrollo económico y tecnológico, además del cultural, cada vez es más dependiente no sólo de las materias primas, también de las tecnologías ajenas, como ocurre con los semiconductores.
Al tiempo que Europa pierde fuelle, con sus capacidades en descenso, Asia, a la que considerábamos el Tercer Mundo irredento, va adelantándose en el desarrollo de manera imparable.
Tres países, Corea, China e India, que multiplican por cinco el número de habitantes de los Veintisiete, se están convirtiendo en los motores del crecimiento mundial y relegándonos a su dependencia. No deja de ser un ejemplo revelador que el 60% de los coches vendidos en Europa 2023 han sido fabricados en Asia.
Europa continúa ganando, por supuesto, en nivel de vida, garantía de servicios básicos como la salud, la enseñanza, el confort global y las garantías políticas e institucionales. Pero también estas empiezan a flaquear: cada legislatura se vuelve más difícil mantener la esencia de la democracia.
La estabilidad política garantizada por los bipartidismos se está resquebrajando por grupos empeñados en imponer sus ideas extremas –tanto por la derecha como por la izquierda–, unos partidarios de retrotraernos a la Edad Media y otros condenándonos a experiencias ya fracasadas.
España no es una excepción: la proliferación de partidos intenta disgregar el país y convertirlo en parcelas territoriales susceptibles de satisfacer las ambiciones de poder que cada uno ambiciona.