Los que tenemos una cierta edad, conocemos los esfuerzos que se realizaron en los años 1976, 1977 y 1978 especialmente, para conseguir aquello que se llamó la Reconciliación entre las dos Españas; y la reforma del sistema político, que derivó en la Constitución Española de 1978, ampliamente refrendada en consulta abierta a todos los ciudadanos españoles. Y que ya había tenido un antecedente democrático previo en el Referéndum del año 1976, con un resultado de amplia aprobación de la Ley de Reforma Política.
Esta fue la causa inicial de la entrada de España en la actual etapa democrática, para el camino posterior de cambios de gobierno, de derechas y de izquierdas; así como de nuestra entrada en la Unión Europea y en la OTAN, como país democrático y homologado por todo el mundo occidental. Todo ello basado en una sencilla y doble afirmación de la Constitución, que manifiesta la aceptación de la soberanía popular y la monarquía parlamentaria como sistema político.
Parece claro que las dos patas básicas de la actual Constitución son la soberanía popular, como fondo democrático; y la monarquía parlamentaria como forma establecida para el Estado y su funcionamiento. Pues bien, da la sensación, desde hace unos pocos años, que en España hay unos sectores de la opinión pública y de la política real; y algunos políticos en especial; que han olvidado las formas esenciales de una democracia parlamentaria; y que quieren llegar a unos resultados finales, sin cubrir las formalidades adecuadas y los requisitos legales establecidos. Y hemos de tener el máximo cuidado.
Deberíamos saber, por experiencia histórica, que nuestro país tiene tendencia a la división y al conflicto social y político. Y que los conflictos suelen tener unos inicios difíciles para todos y unos resultados malos para muchos. Si no podemos mantener la convivencia conseguida hace unos 40 años, no podremos tener ninguna garantía de un futuro en paz y bienestar social.
Ya ha quedado claro que hay una parte de la sociedad y de los gobiernos actuales, en la Generalitat y en el Estado, que quieren acelerar los tiempos políticos; y que están dispuestos a utilizar todos los recursos a su alcance, aprovechando la pandemia y la crisis sanitaria, junto con la debilidad actual de la sociedad; arriesgando la convivencia social.
Y todo ello, sin respetar las formas establecidas, ni esperar los tiempos necesarios y fijados legalmente, para conseguir sus objetivos de alcanzar el poder, como es costumbre en las democracias parlamentarias del mundo occidental.
Hablo, naturalmente, del independentismo unilateral en Catalunya y de los comunistas de Unidas Podemos (UP) en España.