Durante quince horas, cuatro estadistas acordaron en Minsk un alto el fuego en Ucrania oriental. La anécdota fue que a Putin se le rompió el bolígrafo verde que llevaba en la mano, fruto de la tensión, su baja calidad o ambas cosas.
El dirigente ruso compartió reunión con Poroshenko, su adversario ucraniano, y dos mediadores relevantes, Merkel y Hollande. ¡Por fin los europeos hacían algo!
El alto el fuego fue fijado para las cero horas del próximo domingo, un plazo excesivo, pero confiemos en que se cumpla. Si Putin es sincero, así ocurrirá. Tiene fuerza. Es el nuevo zar.
Antes de que a Putin se le rompiera el bolígrafo, cerca de 6.000 vidas rotas quedaron sobre los campos helados. Hay decenas de miles de heridos y un millón de refugiados. Al final, para estos territorios, la solución no puede ser otra que la «tercera vía»: ni independencia ni dependencia total de Kiev. Más autonomía.