La era de los discos largos y las composiciones complejas ha quedado atrás. Hoy, la música se consume rápidamente, y plataformas como TikTok han redefinido por completo la forma en que se produce y se escucha. La vida útil de una canción es ya de solo un minuto, un tiempo que refleja la inmediatez y la velocidad con que consumimos contenido en la actualidad. Los estribillos deben ser inmediatos y las letras, pegadizas, para enganchar al oyente al instante. Las canciones se adaptan a esta nueva realidad, perdiendo muchas veces su estructura tradicional y su capacidad para desarrollar una narrativa profunda. Los álbumes completos se han cambiado por singles rápidos y fáciles de digerir. La duración de las canciones se ha acortado, y la atención del público se mide en segundos, haciendo casi impensables composiciones larguísimas como Shine on You Crazy Diamond de Pink Floyd o largas también (aunque no tanto) como Hey Jude de The Beatles y Bohemian Rhapsody de Queen. Todas ellas fueron –y son, por supuesto– himnos de la música. Las canciones virales se hacen famosas por su capacidad para conectar emocionalmente en menos de un minuto, pero muchas veces sacrifican la complejidad que definía a las grandes obras musicales del pasado.
Este fenómeno ha dejado a la industria musical ante un reto importante. Por un lado, debe adaptarse a las exigencias del nuevo mercado y, por otro, mantener un equilibrio que no elimine la posibilidad de que los artistas sigan creando obras profundas y complejas. El mercado está en plena transición hacia un modelo de consumo inmediato, pero eso no significa que debamos renunciar a la riqueza musical que puede perdurar en el tiempo. Las plataformas de streaming y las redes sociales han cambiado las reglas del juego, pero será clave que los artistas y la industria encuentren nuevas formas de equilibrar la velocidad con la creatividad.
Si bien la inmediatez define el presente, es necesario reflexionar sobre el impacto que esto tiene en la forma en que experimentamos la música. Y la vida. El reto estará en cómo combinar ambos mundos: el de lo efímero y lo eterno, lo viral y lo trascendente. Este será el verdadero desafío para los artistas, las plataformas y, en última instancia, para los oyentes.