Es difícil que a Pedro Sánchez le salga gratis el escándalo del espionaje del CNI, sobre todo porque hay un precedente.
Ocurrió en 1995. El 12 de junio de aquel año El Mundo publicó que el CESID llevaba una década espiando a políticos, empresarios y periodistas. Tres días después dimitió Emilio Alonso Manglano, militar director del CESID. Y el 29 del mismo mes Felipe González tuvo que admitir la renuncia al cargo del ministro de Defensa, Julián García Vargas, y del mismísimo vicepresidente del Gobierno, Narcís Serra.
Las dimisiones, por tanto, fueron in crescendo. Leopoldo Calvo Sotelo, que había nombrado al director del servicio de espionaje dimitido, comentó, echando mano del Cantar del Mío Cid: «Manglano fue un buen vasallo mientras tuvo buen señor».