Cada año tiene sus frutos

02 septiembre 2022 19:32 | Actualizado a 03 septiembre 2022 07:00
Joan Planellas Barnosell
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Aunque puede parecer que sea una mera formalidad, este lunes iniciamos el curso. Un nuevo curso significa siempre una nueva oportunidad, en este caso una nueva oportunidad pastoral. Y me apetece que, a las puertas del curso, podamos ofreceros las líneas maestras de nuestra ilusión diocesana expresada en el documento que se adjunta en Full Dominical y que debe ser la guía de nuestra vida eclesial: son las prioridades pastorales. Os pido que las leáis detenidamente, que las analicéis y sintáis bien cercana la llamada a participar, a entenderlo y aplicarlo, siempre en la medida de lo que cada uno pueda y se sienta llamado. Es un documento del Consejo Pastoral Diocesano que prepara las líneas futuras. Además, no podemos olvidar que estamos en tiempos de Sínodo. Lo estaremos durante todo el curso, y sabemos que nuestro trabajo como bautizados y bautizadas que han respondido a la demanda del Papa Francisco no ha terminado. Porque el Sínodo no es una seta en medio del bosque. Ni nuestro trabajo pastoral tampoco, pues la diócesis carga a sus espaldas el trabajo de los cursos anteriores, el trabajo del Consejo Pastoral, la implicación de muchas personas, la dedicación de mucha gente y los trabajos diocesanos del Sínodo. Y ahora, en una línea pastoral, los objetivos se adaptan a las nuevas necesidades, al futuro y a lo que va surgiendo del trabajo sinodal, al igual que recogemos el fruto de nuestro trabajo diocesano. ¿Y cuáles son esos objetivos? Se han distribuido en cinco ámbitos: En el del crecimiento y la vivencia de la fe se prioriza la formación como eje vital: formar a las familias y al laicado, establecer grupos de trabajo y poner al servicio de esta formación todas las realidades formativas diocesanas. En el ámbito de la fraternidad, el documento nos propone dedicar esfuerzos a integrar en la comunidad a las personas que vienen de forma ocasional y, también, a que los diferentes grupos y las diversas realidades que se reúnan se conozcan. En el de la caridad será necesario que nos esforcemos en la acogida, la atención y el acompañamiento a las múltiples pobrezas y vulnerabilidades en las que están cayendo muchas personas, fruto de las crisis no resueltas; y es éste un trabajo que no debe recaer tan sólo en las organizaciones tradicionales, es necesario que toda la comunidad se sienta llamada. En el de la celebración de la fe se debe mejorar la calidad de las celebraciones creando equipos y favoreciendo la formación general de estos equipos. Por último, en cuanto al ámbito de la evangelización, debemos poner el acento en despertar en el laicado, mayoritario, la sensibilidad de lo que debe ser su propia vocación misionera que surge del bautismo y a partir de la cual han de nacer todas las vocaciones específicas: en el ministerio ordenado, en la vida consagrada, en el laicado comprometido, en el matrimonio... Esto debe ir íntimamente unido a la promoción de la corresponsabilidad en la misión de la Iglesia a la que toda persona cristiana debe sentirse íntimamente llamada. Todo esto coincidirá, no sólo en este curso sino en los próximos, con la nueva distribución territorial de las Unidades Pastorales (UPA’s) en las que también se trabaja de forma coincidente. Ya veis: el curso se presenta con grandes retos. Y los grandes retos se afrontan con confianza en la acción del Espíritu Santo.

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