El año que empieza será cualquier cosa menos plácido. Quizá veamos el final de las guerras de Ucrania y Gaza, aprovechando que Donald Trump estará de nuevo en la Casa Blanca. Pero, en el caso de Ucrania, Rusia impondría el cambio de paz por anexión de territorios, con lo que no sería un final equitativo de una injusta y cruel invasión. En el caso de Próximo Oriente, con tantos frentes abiertos, la iniciativa corresponde a Israel, con el canje de rehenes por prisioneros palestinos, en una operación compleja como pocas.
Hablando de Trump, ya ha mostrado su interés por Groenlandia, el Canal de Panamá y hasta Canadá. Son aspiraciones más retóricas que reales, pero muestran que el mandatario estadounidense comienza el año con su agresividad habitual. Donde será menos retórico es en sus posiciones frene a la OTAN y la UE, con amenazas económicas por un lado y arancelarias por otro, con lo que se abre un período de incertidumbre que no augura nada bueno.
En el caso español también tenemos asegurados los sobresaltos, con La Moncloa llena de asuntos judiciales que a lo mejor quedan en nada con la inestimable ayuda de Conde-Pumpido al frente del Tribunal Constitucional. Donde sí que tendrá que emplearse a fondo el presidente del Tribunal será en la amnistía para Puigdemont, quien seguirá toreando a Pedro Sánchez a cuenta de la precaria mayoría parlamentaria de éste. La ausencia de esa mayoría propiciará desde la falta de presupuestos hasta la no aprobación de varias leyes fundamentales, con lo que la inestabilidad del Gobierno está servida.
