Comprar menos gastando más se ha convertido en una práctica habitual en un momento en el que el precio de los alimentos sigue subiendo al 3,1%. Es su menor ritmo de encarecimiento en dos años y medio, pero sigue complicando la vida a los hogares que, según la última Encuesta de Presupuestos Familiares del INE, dedicaron un récord de 5.333 euros de media el pasado año -444 euros al mes- solo a alimentación.
La cifra supone un 5,6% más que el año anterior. Y casi un 16,5% más que el gasto de 2020, justo antes del inicio del ciclo inflacionista. Es más, solo los alimentos ya suponen un 16% del total del gasto de los hogares, donde entran otras partidas como la vivienda y las facturas, los transportes o el ocio.
Según el INE, ese gasto conjunto se elevó un 3,8% el pasado año hasta una cifra nunca vista de 32.617 euros, certificando un peso cada vez mayor de los alimentos sobre el total. El problema es que ese repunte se movió de forma inversa a los volúmenes consumidos. En un reciente encuentro con medios, Mauricio García de Quevedo, director general de FIAB, indicaba cómo parte de esa caída del consumo «puede haberse desviado hacia otros canales fuera del hogar, como el hostelero».
Otros expertos coinciden con esa teoría, pero los datos del INE apuntan a que, dentro de casa, hay una clara desviación en la preferencia de las familias por productos más baratos y, en muchas ocasiones, también de peor calidad. Por ejemplo, ahora se consume mucho más arroz (casi 16 kilos de media por hogar al año) que hace dos años, cuando la cifra rondaba los 14 kilos.
Suben con fuerza las cantidades de pasta y de carne de cerdo, frente a la caída en el consumo de, por ejemplo, pescado fresco (que pasa de 21,5 a 18 kilos de media al año por hogar), o de frutas cítricas. En 2021 se consumieron 54,2 kilos de media de esta última partida y ahora apenas superan los 46 kilos, impactadas además por el descenso de la producción derivada de la sequía.
También comemos menos carne de vaca y más de cerdo. Y bebemos mucha más cerveza que antes. Tras el pico de la pandemia, los hogares redujeron su consumo a 56,2 litros al año, cifra que ahora vuelve a repuntar a 58 litros, según las estadísticas del INE. «Algunas personas han eliminado de la cesta básica productos llenos de nutrientes que deberían estar en la dieta diaria y los han sustituido por procesados», insisten desde la aseguradora Aegon en un reciente estudio del sector.
Esta situación ha tenido su reflejo inmediato en un peso cada vez mayor de la marca blanca en los lineales de los supermercados que, según estimaciones de KPMG, ya alcanza el 43% de cuota en España, superando a lo que ocurre en otros países como Alemania o Reino Unido, que hasta ahora lideraban ese mercado.
El caso extremo del aceite
Más allá de frescos y procesados, el aceite se ha convertido en la auténtica pesadilla de las visitas al súper, siendo uno de los productos que más se ha encarecido estos años con precios que han llegado a superar con holgura los 10 euros. En concreto, el litro de aceite de oliva mantiene una subida del 38% en los últimos doce meses y su precio se ha triplicado desde 2021.
Todo a pesar de que el oro líquido se ha beneficiado de medidas como la rebaja del IVA que rige desde enero de 2023 para algunos alimentos, pasando del 10% al 5% y, ahora, al 0%. En julio, su precio ya se moderó al 5,5% interanual. Las estadísticas reflejan que el gasto medio por hogar en aceite de oliva ha pasado de 77 euros a 121 en apenas tres años, con una caída paralela en su consumo del 7,8%.
Pero, como en casi todo, esa media va por barrios: el 10% de los hogares más ricos sí ha elevado su gasto en aceite un 82%, pasando de de 119 euros en 2021 hasta los 217 euros. Es decir, consumen lo mismo o más haciendo frente al alza de precios. Por contra, el gasto apenas sube entre los más vulnerables, donde el consumo sí desciende. Así, es probable que la rebaja del IVA acabe beneficiando solo a los hogares de mayor renta, que son a su vez los que más consumen.