El proyecto TarraCO2, un almacén de CO2 offshore frente a la costa de Tarragona (a unos 40 kilómetros en línea recta del polo petroquímico de Tarragona), impulsado por Repsol, acaba de ser seleccionado como uno de los 85 candidatos que han obtenido financiación en la nueva convocatoria de subvenciones del Fondo de Innovación de la Unión Europea, creado para «poner en práctica tecnologías limpias de vanguardia en toda Europa».
El fondo, dotado en esta convocatoria con 4.800 millones de euros procedentes del régimen de comercio de derechos de emisión de la UE, busca «ayudar al despliegue de tecnologías de descarbonización innovadoras», entre las cuales se encuentran las tecnologías CCUS (captura, transporte, almacenamiento y uso del carbono, por sus siglas en inglés).
Los proyectos CCUS seleccionados en esta convocatoria (como es el caso de TarraCO2), «capturarán CO2 y contribuirán con el 13% del objetivo de la NZIA (Net-Zero Industry Act) de almacenar al menos 50 millones de toneladas de CO2 al año procedentes de diversas fuentes difíciles de reducir (hard-to-abate) en industrias de gran consumo de energía, como el cemento y la cal, las (bio)refinerías, los productos químicos y la conversión de residuos en energía», explica la Comisión Europea.
Otro proyecto estratégico
En Europa hay una carrera desbocada por ganar posiciones en el liderazgo de las tecnologías CCUS. Los clusters industriales que dispongan de la infraestructura para capturar el CO2 que hoy genera su actividad, almacenarlo y (cuando más adelante estén maduras las tecnologías) usarlo a gran escala como una nueva materia prima, tendrá mejores opciones de sobrevivir a la inevitable selección natural que le espera a las industrias hard-to-abate, donde la tecnología o los elevadísimos costes no alcanzarían para descarbonizarlas.
El polo petroquímico de Tarragona, el más importante del sur de Europa, se encuentra entre los actores industriales que en Europa lo están dando todo para no quedarse descolgados en esta carrera eliminatoria. Ayer, la Comisión Europea le otorgó una ayuda que puede permitirle seguir en el grupo de clusters industriales que lideran la descarbonización en la Unión Europea.
Paula Fernández-Canteli, Jefe de proyecto en el Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC) y una de las mayores expertas de Europa en almacenamiento de CO2, explicaba recientemente en el Diari de Tarragona que las tecnologías CCUS son una prioridad hoy en la estrategia de reindustrialización y autonomía estratégica que impulsa la Unión Europea, porque permiten compaginar la descarbonización con la competitividad.
«En Europa se están dando cuenta -explicaba- de que solo con renovables no cuadran los números. En 2022 empieza el cambio, y algunos países empiezan a preparar sus almacenes de CO2. Noruega lo tendrá listo en 2025. Los Países Bajos, en 2026».
En esta carrera, España está hoy algo descolgada. El proyecto TarraCO2, de terminar materializándose, podría estar en marcha antes del año 2030, según las previsiones de la Comisión Europea.
Tras la concesión de esta subvención, y consultados por el Diari de Tarragona, portavoces de Repsol quisieron incidir en que «la ayuda solo se haría efectiva si se llevara a cabo el proyecto», que aseguran que «se encuentra en fase muy incipiente», recordando que «Repsol ha solicitado al Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico un permiso de investigación para explorar el subsuelo y evaluar la viabilidad técnica del proyecto», que todavía está pendiente de resolución.
Además, quisieron extremar la prudencia, añadiendo que «aunque se apruebe el permiso de investigación, no implica que se desarrolle el proyecto, ya que es una licencia para evaluar el subsuelo, lo que marcará la viabilidad del proyecto».
La sombra del Castor
La extrema prudencia en el lenguaje empleado por esta empresa remite al impacto que tiene el recuerdo del proyecto Castor, el almacén de gas frente a Vinaròs que terminó cancelado cuando un exceso de presión en la inyección de gas provocó movimientos sísmicos que alcanzaron zonas pobladas.
Preguntada al respecto, Paula Fernández-Canteli, del Instituto Geológico y Minero de España, aseguraba recientemente al Diari de Tarragona que «no tiene nada que ver una cosa con la otra. Eso era un almacén de gas, y aquí estamos hablando de CO2, en acuíferos salinos. Hay que explicar a la gente qué es esto del almacenamiento, incluyendo los posibles riesgos, y que cuando elegimos un sitio para almacenar, hay mucho trabajo detrás».
Una tecnología madura
Las tecnologías CCUS fueron desarrolladas hace tiempo por la propia industria petrolera y gasista, que primero por una pura cuestión de productividad, y más tarde por responsabilidad ambiental, lleva años reinyectando el CO2 resultante de su actividad en los yacimientos que explota.
con gas natural,
insisten los expertos
En un yacimiento -explican al Diari de Tarragona desde la Plataforma Tecnológica y de Innovación del CO2 (PTECO2)-, el gas natural que se encuentra en él no es metano puro, sino una mezcla de metano con CO2, que se separa en la boca de los pozos. Históricamente, este CO2 se emitía libre a la atmósfera, pero en Estados Unidos descubrieron que, si lo reinyectaban en el propio yacimiento, les ayudaba a extraer el gas natural.
Más tarde, Noruega decidió no emitir CO2 en sus explotaciones de yacimientos. Para ello, empezaron a reinyectar ese CO2 en el propio yacimiento, pero también lo hicieron en acuíferos salinos profundos.
Inyectando el CO2 en una de estas formaciones geológicas, el gas -relatan las mismas fuentes del PTECO2- ocupa la porosidad de las rocas, que en el caso de un acuífero salino profundo contiene agua salada sin contacto con otros acuíferos.
La carrera no se detiene
Con una tecnología conocida y probada, la clave ahora es investigar esos acuíferos salinos profundos que potencialmente podrían almacenar CO2 (tal y como está haciendo ahora Repsol con el proyecto TarraCO2) para garantizar que el dióxido de carbono a inyectar no pueda escapar por ningún lado y determinar a qué velocidad debe inyectarse para evitar cualquier movimiento sísmico.
Mientras se hacen estos estudios, la carrera europea por el liderazgo de las tecnologías CCUS no se detiene. Quedar rezagado en ella puede tener consecuencias. «Sin almacenes de CO2, se te va la industria», alertaba recientemente Paula Fernández-Canteli, de IGME-CSIC.