Los precios han cogido carrerilla y ya ningún analista se atreve a vaticinar cuándo tocarán techo. El pasado mes de marzo la tasa de inflación (IPC) llegó al 9,8% y el Ejecutivo prometió que ese iba a ser el tope. Abril y mayo les dieron la razón, pero en junio la situación se ha descontrolado. Por primera vez en cuatro décadas el IPC ha superado los dos dígitos, y más que la cifra en sí (10,2%, según los datos que ofreció el miércoles el INE) lo que asusta es hasta dónde llegaremos.
No hay más que ir a la frutería para llevarse una sorpresa al pasar por caja. Las patatas, los tomates, los pimientos o las cebollas son productos básicos de la cesta de la compra de cualquier familia española por los que ahora hay que pagar entre un 8% y un 10% más que hace solo un año. Entre los básicos, lo que más se ha encarecido son los huevos (+25%), llegando a marcar más de 2 euros la docena de media. El aceite es otro de los productos en los que más se ha notado la subida, del 45% en un año, hasta pagar 3,90 euros el litro, cuando hace doce meses no subía de 2,70. Pero sin duda una de las protagonistas de la semana ha sido la sandía, una fruta típica del verano por la que los españoles están pagando más de 5,30 euros el kilo después de que se haya encarecido más de un 20%.
La pandemia dejó a muchas familias españolas en una situación muy vulnerable. Familias que ahora se sienten completamente ahogadas por la situación económica. Un informe de la consultora Kantar advierte de que el 4% de los hogares ya no se puede permitir ni siquiera comprar los alimentos más primarios de la cesta de la compra, cuando antes de la pandemia y la elevada inflación no tenían estos problemas. Y no se trata solo de la alimentación. Un 8% asegura que no puede afrontar las facturas del hogar, un 14% no se plantea ni tomarse un café en un bar y un 9% comer en un restaurante.
La estadística es reveladora a la hora de afrontar grandes gastos, como tener que cambiar un electrodoméstico (un 27% asegura que ahora mismo no se lo pueden permitir), un nuevo teléfono móvil (29%) o cambiar de coche, una compra para la que el 55% de los españoles confirma que no podría afrontar ahora ese desembolso porque está destinando la mayor parte de sus recursos a lo básico. En las casas ya sale más de lo que se ingresa. Así lo reflejan las estadísticas del primer trimestre, que apuntan a que mientras que el gasto en consumo final se incrementó un 14%, la tasa de ahorro cayó al -0,8% de su renta disponible (7,5% eliminando efectos estacionales).
¿Pero cuál es la razón de la subida desbocada de los alimentos?
Principalmente, la guerra de Ucrania, aunque desde antes de que estallara el conflicto ya se observaba una tendencia alcista por el 'boom' de la demanda tras la pandemia. Los expertos consultados reconocen que la falta de cereal proveniente de Ucrania está colapsando el mercado de la alimentación. Por un lado, porque todos los productos derivados del cereal (harinas, pastas, bollería, pan, pizzas...) han disparado sus precios por la caída de las importaciones. Y lo seguirán haciendo en los próximos meses, asegura Juan Carlos Higueras, profesor experto en sector agroalimentario de EAE Business School. Además, los agricultores tienen que asumir una subida de costes por los fertilizantes y carburantes que está disparando los precios de la fruta y las verduras.
Y, por otro, porque los ganaderos tienen que afrontar una subida de costes porque el pienso de los animales (derivados del cereal) está encareciendo sus producciones hasta un punto en el que algunos se plantean reducir o dejar el negocio. "Los ganaderos pagan mucho más caro el pienso para sus animales, lo que encarece a su vez los precios de la carne", explica Higueras, que prevé que después del verano faltará carne de pollo en los supermercados porque son animales que comen mucho cereal y los ganaderos ya están saliendo a pérdidas, lo que "reducirá la producción y elevará muchísimo los precios".
Si se observa la evolución desde 2021, ya se estaba produciendo un alza de los alimentos agrícolas que un informe de Allianz calcula en un 31%, algo que la guerra ha hecho saltar por los aires, augurando que se incrementen otro 23% en 2022 por el alza de los insumos (combustible, electricidad, fertilizantes...). Pese al incremento de los alimentos, la firma calcula que los precios minoristas se han ajustado solo un 6%, lo que significa que aún no se han trasladado al consumidor final ni la mitad del incremento de precios de los productores.
Entonces, ¿la solución es cultivar más? No es tan fácil. Nuestro país cosecha 25,4 millones de toneladas de grano al año, pero los españoles consumen 36, lo que nos convierte en importadores neto de cereal. Bruselas abrió la mano para que se puedan cultivar las tierras en barbecho, pero se trata solo de 600.000 hectáreas que los agricultores podrían no querer trabajar por el alza de los costes de producción. "Cultivar el barbecho significa rotar más la tierra, lo que la agota para nuevas cosechas. Necesitas más fertilizantes y, con los precios actuales, no sale rentable", indican desde EAE Business School.
Cereal de Sudamérica Por su parte, la PAC también cedió a flexibilizar temporalmente los requisitos fitosanitarios (insecticidas) para la importación de cereal desde países donde antes estaba mucho más vigilado, como Argentina y Brasil. Algo que "amortiguará el efecto" de la falta de grano ucraniano, pero no dará para cubrir toda la caída.
En 2021, cuando solo Putin sabía que la invasión se producirá pocos meses después, España importaba cereales sobre todo de Francia, Ucrania y Brasil, con un volumen de compras de 3.343 millones de euros. Pero el conflicto estalló y cambió todo. Mientras que en enero y febrero nuestro país posicionó a Ucrania como principal proveedor de cereal (222,5 y 198 millones de euros, respectivamente), casi doblando las compras a Francia, en marzo comenzó la tendencia a la baja que hizo terminar abril con solo 5 millones de euros de importaciones ucranianas de grano.
Desde el Club de Exportadores, su presidente, Antonio Bonet, comenta que desde el comienzo del siglo XXI Ucrania se ha erigido, junto con Francia, en el principal proveedor de este producto para España, alternando entre ambas la primera y segunda posición.