Durante los últimos años, he ido percibiendo cada vez más claramente que algunos de los criterios que utilizábamos para catalogar a los humanos han ido perdiendo su sentido y deberíamos cambiarlos por otros que reflejen la realidad. Seguramente estarán de acuerdo en que la utilización de las diferencias entre los hombres y mujeres en la selección de personal debería estar absolutamente abolida. Hay una fuerza irrefrenable en esa dirección y la igualdad de oportunidades será una realidad, independientemente del género de cada uno.
Otro de los cambios que hemos visto es que no son las clases privilegiadas las que más triunfan en las empresas. Antaño, la mejor formación, la posibilidad de viajar y ver mundo, la comodidad doméstica, la posibilidad de practicar deportes y el epicureísmo en general, era patrimonio de los poderosos. Ya no. Hoy hemos comprobado que los niveles de mejora de los estándares de vida han permitido a personas de distintos niveles económicos convertirse en relevantes y admiradas, ocupando cargos de responsabilidad en las empresas, en la política, en los medios de comunicación, en las universidades y escuelas de negocio… Otra variable socioeconómica que no nos sirve.
Hay que aprender a salir de nuestra zona de confort para poder crecer ante la adversidadLa tercera que me ocupa hoy es la variable de la edad. Hubo una época -y todavía algunos se aferran a esa idea- en que los jóvenes eran el objetivo prioritario de las empresas y se jubilaba a los mayores de 50 años condenándoles a reinventarse o a la indolencia de algunos jubilados.
Para hacerlo se han utilizado todo tipo de argumentos como la ambición, el empuje, la disposición a trabajar mucho más duro para labrarse un porvenir, la disponibilidad horaria… He entrado en Internet y aquí tienen las 5 ventajas para contratar a millennials: mayor cualificación, mayor implicación y superación personal, mayor adaptabilidad, mayor dominio de las tecnologías y mayor innovación y creatividad.
¿Se han fijado que en ningún lugar he mencionado la palabra sabiduría? Creo firmemente que lo que más necesitan las empresas hoy es precisamente sabiduría, que conlleva muchas de las virtudes citadas: los sabios son cualificados, implicados, se adaptan a las circunstancias, son innovadores y creativos.
Los amantes del futurismo negro predecían que la pandemia y el confinamiento iban a arruinar el mundo, que nunca más viviríamos como antes, que el cataclismo estaba próximo… igual alguno de ustedes sigue pensándolo, pero la gran sorpresa que hemos tenido casi todos, es comprobar la capacidad de resiliencia de la economía y de los humanos.
Y si observan quiénes son quienes más rápidamente se han reinventado, crecido frente a la adversidad, renovado sus productos o servicios y, en definitiva, quienes han aprovechado el parón forzado para salir catapultados hacia delante, no van a poder meterles en una de las variables socioeconómicas al uso: hombres o mujeres, de clase alta o media, jóvenes o mayores, que habitan en núcleos de población grandes o pequeños…
Quienes están superando las dificultades son los sabios, porque saben salir de su zona de confort, porque se conforman con menos, porque no tienen miedo, porque no se dejan influenciar por lo negativo y creen que la verdad se encuentra pensando en positivo, porque aman a los demás y no se miran el ombligo, porque son generosos y espléndidos…
Y si creen que conocen a un sabio que no reúne lo que acabo de escribir, pregúntense si es sabio de verdad, porque si hacen un repaso de las personas que más han admirado en la historia de la humanidad se darán cuenta que ellos sí las tienen o tenían.
Igual esos valores de la sabiduría les podrían ayudar a comprender a quienes les rodean, pero puedo asegurarles que la mayoría de quienes han debido reinventarse, que han tenido que reformular su negocio y que han sabido navegar la pandemia son sabios y muchos de ellos mujeres y gente mayor, y que no viven en grandes urbes ni son inmensamente ricos.
Xavier Oliver, Profesor de IESE Business School