Guerra al desperdicio alimentario

El ‘happy hour’ del envasado, con descuentos enormes minutos antes de que venza la fecha de caducidad, es una tendencia en Europa. ¿Qué hacen nuestras empresas de distribución? 

23 septiembre 2019 18:02 | Actualizado a 11 noviembre 2019 17:32
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Uno de los últimos virales en las redes profesionales lo protagonizó la semana pasada una cadena de supermercados finlandesa, S-market, al poner en marcha un ‘happy hour’ a pocos minutos de su cierre diario, con descuentos agresivos para aquellos productos alimentarios con fecha de caducidad inminente. Un reportaje del New York Times le puso en el timeline de Linkedin de más de un gurú del marketing.

Aunque, en realidad, más que de marketing se tratase de otra iniciativa para atajar el desperdicio alimentario, una preocupación global donde organismos como la FAO (la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) cifran en un tercio de la producción mundial de alimentos lo que se echa a perder o termina en la basura. ¿Qué estamos haciendo al respecto nosotros? ¿Tenemos aquí empresas de distribución con propuestas como el ‘happy hour’ de la cadena de supermercados finlandesa?

No exactamente, aunque nos acercamos. Si hablamos de distribución, quien más, quien menos, hace años (en muchos casos, décadas) que cuenta con acuerdos con entidades sociales para donar esos productos que todavía son aptos para el consumo pero ya no tienen recorrido comercial (porque su fecha de caducidad es inminente, porque han perdido su aspecto ‘apetecible’...). También hay descuentos en esos casos, con ofertas promocionadas de productos idénticos en el mismo lineal, con la única diferencia de una fecha de caducidad.

Las frutas y verduras son los productos que más se tiran en los hogares españoles. Un 67,2% de los encuestados asegura desperdiciar alguno de estos productos. Le siguen, a mucha distancia, el pan y la bollería, con un 17,8% de respuestas, y las salsas, con un 15,8%

Pero, aunque a menudo el sector de la distribución (es decir, las tiendas y supermercados) es el que carga con la etiqueta de concentrar el desperdicio alimentario, la realidad es bien distinta. En un informe publicado esta misma semana por la Asociación de Fabricantes y Distribuidores Aecoc -con más de 30.000 empresas asociadas- y titulado Hábitos de aprovechamiento de los alimentos en los hogares españoles, esta asociación destaca que la distribución representa apenas el 5% del desperdicio alimentario que se produce en la cadena de valor alimentaria en España, frente al 14% de la restauración y el 39% de la industria.

«Tirar el producto es una ineficiencia, una pérdida económica, con miles de causas» (David Esteller, Aecoc)

Con un 42% del desperdicio total de alimentos que se produce cada año en España -y que según el Ministerio de Agricultura asciende hasta los 7,7 millones de toneladas-, los consumidores son los primeros responsables de que esos alimentos terminen en la basura, según los cálculos de Aecoc.

«El problema no es tan simple como montar un ‘happy hour’ [para aquellos productos a punto de caducar] o llegar a acuerdos con bancos de alimentos», explica David Esteller, responsable del programa contra el desperdicio alimentario de Aecoc. «Si tú fabricas un producto y no lo vendes -prosigue-, eso es una pérdida económica. Tirar el producto es una ineficiencia, y puede haber miles de causas para ello, desde pedidos mal hechos a estacionalidades, como en el caso del turrón al terminar la Navidad».

Al límite, no caducado. Cuanto más se acerca la fecha de caducidad de un producto en el lineal de un supermercado más riesgo tiene ese negocio de que termine sin venderse. Aplicar descuentos sobre productos al límite de la fecha de caducidad (es decir, en perfectas condiciones para su consumo) es una práctica habitual en el sector de la distribución.

«En el sector primario, por ejemplo -abunda Esteller-, tenemos el problema de la climatología. Si yo tengo que servir 2.000 calabacines y planto para tener  2.500 por si viene un granizo, pero después esas plantas me acaban produciendo 3.000, quedan 1.000 calabacines que terminan en el campo».

«Si pasamos al sector secundario -prosigue-, encontraremos fábricas que pueden ser más eficientes. Y cuando llegamos a la distribución, ocurre lo mismo: yo puedo tener la previsión de vender 1.000 pizzas porque hay un partido de fútbol, pero resulta que se cancela y no vendo ni una».

El gran dilema de la distribución, explica, gira siempre en torno al hecho de que «o pides poco y te quedas corto en ventas, o pides demasiado y te sobra». Aunque asegura que «hay estrategias, y todos los distribuidores tienen alguna fórmula para no terminar tirando el producto al vertedero. Quien más, quien menos, tiene un acuerdo con una entidad beneficiaria próxima para darle esos alimentos, y etiqueta productos con reducciones de precio del 30% cuando están a punto de caducar».

Tirar de APP. Comprar al día, para consumir en esa misma jornada, es clave aquí. Los descuentos se pueden aprovechar simplemente acudiendo a los lineales y buscando entre las ofertas, pero también utilizando alguna de las aplicaciones móviles que sirven para poner en contacto comercios con consumidores, ofreciéndoles productos rebajados destinados a ser consumidos ese mismo día.

El papel de los consumidores
Desde el año 2012, esta asociación impulsa un proyecto para reducir el desperdicio alimentario en el que se ha implicado toda la cadena de valor (sector primario, industria, distribución, administración y bancos de alimentos), con el apoyo de cerca de 500 empresas fabricantes y distribuidoras del sector del gran consumo, servicios logísticos y transporte.

Aseguran que, desde que arrancó este proyecto, las empresas participantes en la iniciativa han logrado reducir el porcentaje medio de desperdicio sobre el total desde el 1,71% inicial hasta el 0,7% actual. Queda, sin embargo, el importante papel que juegan aquí los consumidores, responsables de ese 42% del desperdicio alimentario.

Batch Cooking, cocinar todo de una vez

  • Planificación. Una buena planificación del menú familiar semanal es la base para aprovechar las compras. El 46,4% del desperdicio alimentario que se da en los hogares españoles se achaca a la mala planificación en las compras, donde el exceso siempre es un elemento que juega en contra.
  • Cocina. Tras la planificación semanal de los menús llega el momento de ponerse a cocinar. En un contexto en el que cada vez tenemos menos tiempo disponible surgen tendencias como el ‘batch cooking’ (cocina agrupada), consistente en pasarse una tarde del fin de semana (o un par de horas) cocinando los platos que vamos a consumir a lo largo de toda esa semana.
Entran aquí en juego factores relacionados con el consumo responsable y la educación como consumidores, con herramientas para llevarlo a cabo. «Todos nosotros como consumidores -ejemplifica David Esteller, de Aecoc-, si vemos un bar vacío y otro lleno al lado, en el vacío no entramos. De la misma forma, si vas a un supermercado a última hora de la tarde y ves los estantes vacíos, ese supermercado te da ‘cosita’. ¡Pero si resulta que lo han hecho bien! Por la mañana lleno de productos y por la noche vacío, eso es perfecto, ¿no? Pero dices: ‘no me convence’. Es difícil calcular el equilibrio aquí».

Hay unos cánones visuales que llevan a los consumidores a rechazar productos

«Después -prosigue-, los consumidores somos muy nuestros. Se hablaba de que, para evitar el desperdicio, lo mejor era el autoservicio y pesar las frutas y verduras a granel, sin empaquetarlas. Pero resulta que, con los datos en la mano, eso es falso; porque al final del día, aunque usemos guantes, las manzanas están macadas de tanto tocarlas los consumidores, y en lugar de reducir el desperdicio, lo hemos aumentado».

Compramos por la vista. «Hay empresas de distribución -explica Esteller- que nos dicen: ‘yo pondría a la venta calabacines torcidos, pero no los compran; los consumidores solo compran los rectos’. Hay empresas con campañas de promoción de frutas y verduras ‘feas’, como hacen Eroski o Intermarché, y otras, como Mercadona, que ponen máquinas para exprimir naranjas ‘feas’... pero pese a ser productos idénticos, los consumidores prefieren los que son más ‘bonitos’».

No hay verdura fea

  • Cuestión de vista. La mala salida comercial en el mercado de gran consumo que tienen las frutas y hortalizas con formas poco convencionales (torcidas, pequeñas, asimétricas, abultadas...) es una de las principales causas de desperdicio alimentario entre los productos frescos. Más y más empresas de distribución están empezando a reivindicar estas formas ‘raras’ mediante campañas de promoción (eso sí, con precios rebajados) o propuestas como máquinas de zumos.
  • Valorización. La nula demanda de estos productos con formas no estandarizadas lleva a que en muchas ocasiones queden abandonados en los campos, sin cosechar. Iniciativas como la de Espigoladors sirven para valorizar lo que, de otra manera, terminaría convertido en residuos orgánicos, dándoles salida para su consumo.
«Al final -resume Esteller-, unos dicen que no compran verduras ‘feas’ porque los supermercados no las venden, y otros que no las venden porque los consumidores no las compran». Sea como sea, el resultado es un potencial desperdicio alimentario sobre el que todos los actores implicados coinciden en decir que no puede ser asumible.

Así surgen herramientas como el sinfín de aplicaciones móviles para poner en contacto comercios con compradores, donde se anuncian los excedentes rebajados de cada día para darles una salida comercial, u organizaciones como Espigoladors, un proyecto de economía social que pacta con los agricultores un permiso para espigar sus campos, una práctica tradicional consistente en recolectar aquellas frutas y verduras que han quedado en el campo después de que el agricultor haya cosechado todo lo que quería, y que de otra forma se echarían a perder.

«Que las familias dejen de tirar comida solo se cambia con la educación» (Oriol Rebull, To Good To Go)

Aparece aquí una industria de la valorización de productos que, de otra manera, estarían encaminados a convertirse en residuos. En el caso de Espigoladors, por ejemplo, terminan elaborando mermeladas (bajo la marca Im-perfect), empleando a personas en riesgo de exclusión social para ello.

Otras propuestas, como la aplicación móvil Too Good To Go, prefieren definirse como «un movimiento, no solo una APP», según cuenta Oriol Rebull, country manager en España de esta aplicación nacida hace tres años en Dinamarca, cuando un grupo de jóvenes, cenando en un bufet, vio cómo al terminar la noche toda la comida sobrante acababa en la basura y decidió crear una herramienta que ayudase a evitarlo.

  • Bonpreu i Esclat. Convenios de donación de alimentos con más de 140 entidades, entre ellas Banc dels Aliments, Creu Roja, Càrites, Fundació MAP, Fundació St. Roc o Fundació Rosa Oriol, además de servicios sociales de ayuntamientos. Ofertas en los establecimientos para vender a un precio inferior productos con fecha de caducidad próxima.
  • Caprabo. Programa de Microdonacions de Caprabo en la que cada tienda tiene asociada una entidad benéfica de la red de bancos de alimentos, que pasan a recoger diariamente por estas tiendas todos los productos que dejan de ser aptos para la venta pero siguen siendo aptos para el consumo.
  • Mercadona. Convenios con 60 bancos de alimentos y entidades como Cruz Roja y Cáritas, además de 170 comedores sociales en España, de los cuales 34 se encuentran en Catalunya y 6 de ellos en la demarcación de Tarragona. Mercadona entrega diariamente los productos a estos comedores, asumiendo los costes del transporte.
  • Eroski. Campaña ‘Tan feas como buenas’, consistente en poner a la venta frutas con un aspecto más irregular de lo normal a un precio de venta hasta un 50% inferior al que pueden tener sus homólogas con formas que ‘entran por la vista’ al consumidor. Acuerdos con entidades para la entrega de alimentos.
Lo que Rebull califica de ‘movimiento’ es una propuesta de emprendimiento social que tiene hoy en marcha 500 programas educativos a escala europea con la intención, explica, de «inspirar a 50 millones de personas» para que se sumen a la lucha contra el desperdicio alimentario.

Planificar los menús y reaprovechar las sobras son retos pendientes entre los consumidores

De nuevo salta la apelación al consumo responsable: «¿Cuántas familias continúan tirando la comida?», dice Oriol Rebull. «Eso solo se puede cambiar con la educación», prosigue. «Llevamos un ritmo de vida muy rápido, y eso incide mucho [en el desperdicio alimentario], porque tú puedes planificar las compras con una serie de menús semanales, pero luego no te da tiempo de cocinar, y se acaba echando a perder en la nevera, o tratas de incorporar el hábito de llevarte a casa lo que te ha sobrado en el restaurante, pero  después no te apetece repetir y es en tu casa donde esa comida se acaba perdiendo».

Un 39% de los consumidores toma la decisión de tirar un alimento basándose en su olor, mientras un 35% lo hace por el aspecto

Planificar bien las compras, llenando nuestra nevera solo con aquello que vamos a consumir, y aprovechar las sobras con cocina de reaprovechamiento son dos de los déficits que tienen hoy los consumidores. Un 46,4% de los encuestados en el último informe de Aecoc achaca a la mala planificación el motivo por el que tira comida en su hogar, mientras que un 14,8% reconoce que la falta de conocimientos de recetas que permitan aprovechar las sobras les lleva a desperdiciar comida.

Hemos perdido el hábito, pero también el saber, para que un pollo entero pudiese servir como base de diversos platos a lo largo de la semana. No se trata de pasarnos el día en la cocina, como hacían otras generaciones, pero sí de poner en valor algunas de sus prácticas, adaptadas a los tiempos. 

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