Opositar pasados los 40, 45, 50 años... y más. El peso de los candidatos que peinan canas crece en los procesos para acceder a la función pública. Convocatorias para plazas en ayuntamientos, consejos comarcales, Institut Català de la Salut (ICS) o, desde que se eliminaron las barreras de edad máxima y altura mínima, cuerpos policiales como los Mossos d’Esquadra, cuentan cada vez más con estos perfiles de candidatos silver.
Lo explica Andreu Antolín, director del centro de formación Aula Magna, en Tarragona: «Más de un 40% de los opositores en plazas de auxiliares y administrativos en ayuntamientos, consejos comarcales, Diputació e ICS que pasan por nuestro centro superan los 40 años». En el caso de los Mossos d’Esquadra, ese porcentaje se sitúa en un nada despreciable 18% o 20%.
«A los cuarenta y pico, para muchos empieza una segunda vida laboral»
Andreu Antolín (Aula Magna)
La muestra es el reflejo de una tendencia que, desde hace ya algunos años, va a más. ¿Qué lleva a una persona, tras décadas de trayectoria profesional en el sector privado, a decidir saltar a la función pública? Los cambios en la pirámide de población y en el mercado laboral, junto a un edadismo sin resolver, explican en buena parte este fenómeno.
Laura Rosillo, voluntaria de Asencat (Associació de Sèniors de Catalunya) y colaboradora de la Fundació Factor Humà, analiza la situación: «En muchos casos tiene que ver con una cuestión puramente estadística. Ahora, los mayores de 50 años somos el doble. Eso es algo que no solo afecta a las oposiciones, sino a todos los ámbitos de la vida».
Como ejemplos, Laura Rosillo señala que «también está creciendo la edad media de las personas que comparten piso, o el hecho de alargar la vida profesional». A esto se le añade un componente que, para esta experta en Recursos Humanos, es hoy central: la discriminación por edad. «El edadismo con las personas de más de 45 años es muy grande. Estas personas tienen muy difícil acceder a una entrevista de trabajo en la empresa privada, y la única opción que ven es la función pública».
Esta profesional destaca, además, «la precariedad laboral, tanto en sueldos como en duración de los contratos», como caldo de cultivo para llegar a la conclusión de que «la única garantía de permanencia es en la función pública».
Andreu Antolín, de Aula Magna, coincide: «Hasta hace veinte años, la gente que entraba en una empresa lo hacía con la expectativa de jubilarse en ella, pero eso ha cambiado, y cada equis años nos tenemos que reinventar. A los 40, 45 o 50 años tienes que reinventarte y empezar otra profesión. A los cuarenta y pico, para muchos empieza una segunda vida laboral. También hay quien está harto de dar vueltas, y quiere estabilidad. O que está en una empresa y ve que la cosa va mal, o está harto, agobiado, y quiere cambiar».
En cualquier caso, cuando la elección de estos perfiles de más de 45 años es la función pública, en opinión de Laura Rosillo, de la Fundació Factor Humà, «es el final de un recorrido después de pasar por todo: es el último recurso». El estigma de la edad persigue a estas personas, en su opinión, incluso hasta el hecho mismo de opositar: «Ahora está mal visto acceder a una plaza de funcionario, porque la gente quiere emprendimiento, herramientas creativas...».
«La Generación Z y más jóvenes -prosigue Laura Rosillo- quieren probar cosas nuevas, mientras que la función pública queda para la gente que quiere estabilidad, en un final de recorrido donde, a partir de los 50 años, es francamente imposible pasar una entrevista de trabajo en una empresa. Con lo cual, este fenómeno tiene más que ver con el edadismo que con el último recurso».
«La oposición suele ser el final de un recorrido después de pasar por todo: es el último recurso»
Laura Rosillo (Fundació Factor Humà)
O, dicho de otra forma, el edadismo que sufren muchas personas solo les deja como último recurso las convocatorias de oposiciones para la función pública, donde la meritocracia y la igualdad de oportunidades deberían estar en el centro. Aunque se intuyen cambios, ni que sea por una simple cuestión aritmética. «Que te convoquen a una entrevista de trabajo pasados los 45 años es hoy muy difícil en muchísimos sectores, pero sin duda esto irá cambiando, porque somos la nueva mayoría», vaticina Laura Rosillo.
«La empresa privada -argumenta Laura Rosillo- asocia juventud con talento, y esto es una tontería. Se está asociando con madurez el deterioro, y todo esto son tópicos, porque los 45 años de hoy no son los de hace cincuenta años. Hoy, una persona de 45 años es un junior, todo se ha retrasado diez años».
A riesgo de mover el péndulo de los tópicos en la dirección contraria, el valor de esta madurez está siendo determinante hoy en algunos procesos de selección para acceder a la función pública, y de forma destacada en las pruebas psicológicas de acceso a los cuerpos de seguridad. Lo explica Andreu Antolín, de Aula Magna: «Una persona que ha de llevar un arma de fuego conviene que tenga una estabilidad emocional importante, y es más fácil encontrarlo en estos perfiles más maduros».
Incluso en unidades que exigen una forma física importante (una característica, de nuevo, que el cliché asocia a la edad), esa estabilidad emocional es fundamental: «Para poder entrar en Brimo o Arro se requiere una condición física -explica Andreu Antolín-, pero también has de saber controlar las emociones, saber aguantar. Son trabajos que requieren un equilibrio emocional, y la madurez ayuda».
Lo cual, tampoco en este caso, supone una ley que deba cumplirse siempre y en cualquier caso. «No se puede generalizar -defiende Laura Rosillo-, y la edad no homogeneiza, en ningún caso». Ni ser joven es sinónimo de inmadurez emocional, ni peinar canas otorga necesariamente esa estabilidad. En todo caso, «el hecho de tener años -añade Laura Rosillo-, lo que hace es diferenciarte de los otros».
Clara Brull, fundadora de la plataforma de e-learning ‘Opositar és fàcil’, con sede en Tarragona, corrobora haber «notado, y bastante, mucha más gente de entre 35 y 40 años que, después de la Covid, nos escriben para opositar». La mayoría de estos perfiles busca «oposiciones que no sean de acción, como administrativas, auxiliares administrativas y subalternas», prosigue.
«En estas edades -describe Clara Brull-, la mayoría se decanta por ayuntamientos o diputaciones, porque una plaza en la Generalitat de Catalunya puede requerir una movilidad geográfica a la que no están dispuestos. La mayoría de estas personas te habla de estabilidad, y algunos de tranquilidad, con bastante gente procedente de la banca, aunque hay diversos sectores».
«La mayoría de estas personas te habla de estabilidad, y algunos de tranquilidad»
Clara Brull (Opositar és fàcil)
En el caso de las personas que pasan por esta plataforma online, «la gran mayoría, diría que entre un 80% y un 90% -relata Clara Brull-, trabaja: muy poca gente oposita y no hace nada más. No creo que muchas personas se puedan permitir el lujo de solo opositar».
Aunque también las hay. Natalia March, directora de operaciones de LHH, perteneciente al Grupo Adecco y que, entre sus servicios, ofrece la recolocación en el mercado laboral de profesionales que han perdido su empleo a raíz de un Expediente de Regulación de Empleo (ERE), explica que, «al ser personas para las que su salida de la empresa ha sido a raíz de un ERE o una reestructuración, tienen ese apoyo económico que les permite preparar las oposiciones».
En su caso, «normalmente se trata de personas de más de 45 años, con una mayoría de ellas procedentes del sector financiero, bancario, que optan por perfiles profesionales técnicos, en oposiciones al Banco de España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV)... En perfiles más generalistas, en cambio, optan por perfiles más administrativos».
En su opinión, si bien la opción de opositar no es ni de lejos mayoritaria entre quienes participan en sus programas de recolocación (calcula que, junto a quienes deciden emprender un negocio propio, suman alrededor de un 10% del total), estos perfiles sénior «aportan conocimientos y experiencia» al sector público.
Sobre sus motivaciones por decantarse por opositar en la función pública, Natalia March explica que «esta alternativa surge porque buscan estabilidad y seguridad, que son dos cosas que anteriormente tenían, porque estaban en un lugar de trabajo estable: cuando definen sus objetivos [tras perder sus empleos], una manera de encontrar seguridad son las oposiciones».
¿Hay algún perfil de opositor sénior que no vea esta opción como una alternativa tras haber perdido su trabajo o que busque una estabilidad que su vida laboral no le permite tener? Los hay. Laura Rosillo, de la Fundació Factor Humà, habla de «La Gran Huida: la gente no se va de la empresa, se va de su jefe. Y si tú llevas diez años haciendo lo mismo y no tienes proyecto, es lógico que quieras cambiar de aires».
El problema, de nuevo, es tener esa necesidad de cambiar de aires pasando de los 45 años, en un mercado laboral en el que, muy probablemente, las oportunidades de saltar a otra empresa son escasas. La vía de las oposiciones para afrontar esa ‘Gran Huida’ es una forma de garantizar el éxito.
Quedan, en último lugar, las víctimas de las reinvenciones fallidas como emprendedores. «Emprender -razona Laura Rosillo-, has de llevarlo en la sangre. No son pocos los casos en que, una vez fracasado [su intento de emprender], deciden preparar oposiciones».
«Esta alternativa surge porque buscan la estabilidad y seguridad que anteriormente tenían»
Natalia March (LHH)
Sobre el fenómeno emprendedor entre los mayores de 45 años, donde abunda el emprendimiento por necesidad (igual que proliferan las oposiciones por necesidad), esta profesional se muestra crítica: «Al Estado le encantaría que todos tuviésemos sangre emprendedora, pero hay muy pocas personas así. Estamos en una sociedad que te obliga a emprender, cuando queremos ser empleados. El emprendimiento ha sido una de las estafas más grandes que se le ha hecho a la gente de más de 45 años».
Pero los sénior no han dicho la última palabra, en opinión de Laura Rosillo: «La revolución en el mercado laboral será tan grande, que gran parte de los trabajos que veremos de aquí a nada todavía no existen. En el siglo XX se necesitaba mucha mano de obra joven, en trabajos repetitivos y de echarle horas. Ahora, se colabora con máquinas, con un pensamiento crítico y un análisis de la realidad que requieren una mínima experiencia».