Con su muerte, el deporte pierde a un estratega que dejó una huella indeleble en clubes y selecciones a lo largo y ancho del planeta. Sven-Göran Eriksson, nacido en Suecia en 1948, es recordado principalmente por su paso como seleccionador de Inglaterra, donde se convirtió en el primer técnico extranjero en ocupar el banquillo de los “Three Lions” en 2001. Durante su mandato, llevó al equipo a los cuartos de final de dos Mundiales (2002 y 2006) y de la Eurocopa 2004, un logro significativo aunque siempre quedó la sensación de que su Inglaterra pudo haber llegado más lejos.
Pero reducir la carrera de Eriksson a su etapa en Inglaterra sería injusto. Su trayectoria comenzó en los años 70 en Suecia, pero fue en el IFK Göteborg donde empezó a llamar la atención al ganar la Copa de la UEFA en 1982. Su éxito lo llevó a clubes de renombre como Benfica, donde ganó títulos nacionales, y Lazio, donde consiguió un histórico Scudetto en la temporada 1999-2000, además de la Supercopa de Europa.
Eriksson también tuvo la oportunidad de dirigir a clubes en Inglaterra como Manchester City y Leicester City, y a nivel internacional estuvo al mando de selecciones como México, Costa de Marfil y Filipinas. Su capacidad para adaptarse a diferentes culturas y contextos futbolísticos fue una de sus grandes virtudes, dejando un legado que trasciende fronteras.
En los últimos días de su vida, Eriksson grabó un emotivo mensaje de despedida que se hizo público a través de un documental de Amazon Prime. “He tenido una buena vida, ahora es momento de decir adiós. No estén tristes, sonrían”, dijo con serenidad, mostrando una vez más esa calma que lo caracterizó tanto dentro como fuera del campo. Eriksson siempre fue consciente de que la vida y la muerte son dos caras de la misma moneda, y su mensaje final, lleno de gratitud, es un reflejo de su filosofía de vida.
Uno de los momentos más conmovedores de sus últimos días fue su participación en un partido benéfico en Anfield, donde, sentado en el banquillo de los Legends del Liverpool, cumplió su sueño de estar en ese histórico estadio. Recibió una ovación de pie por parte de la multitud, un reconocimiento tardío pero profundamente significativo para un hombre que vivió y respiró fútbol hasta el final.
Su vida estuvo llena de anécdotas, como aquella ocasión en la que tuvo que posponer su boda porque coincidía con su examen para obtener la licencia de entrenador. O su breve paso por la Premier League, donde sus ideas innovadoras chocaron con la tradición británica, pero donde también dejó una marca imborrable en los jugadores que dirigió.
Eriksson no solo será recordado por sus logros en el fútbol, sino también por su carácter, su capacidad para mantener la calma en situaciones adversas y su disposición para adaptarse y triunfar en cualquier circunstancia. Hoy, el mundo del fútbol llora su pérdida, pero también celebra la vida de un hombre que vivió con pasión y dejó un legado que perdurará por generaciones.
Descansa en paz, y gracias por todo lo que diste al fútbol.