Mar Molné se doctoró en el foso olímpico en su debut en los Juegos de París. Tras liberarse de la tensión acumulada por haberse jugado la plaza hasta el último momento, la tiradora del Morell mostró su mejor nivel en el exigente escenario del Campo de Tiro de Chateauroux, logrando una más que meritoria cuarta posición. No en vano, junto al diploma olímpico, la tiradora tarraconense firmó récord personal y de España en las rondas clasificatorias, acertando 123 de 125 platos posibles. Esto le valió clasificar en primera posición para la final, siendo la más joven en la historia en conseguirlo, con tan solo 22 años.
¿Antes de los Juegos, veías plausible la cuarta posición lograda?
Mis objetivos eran más cualitativos que cuantitativos. Buscaba enseñarme a mí misma y al mundo todo lo que había aprendido en este ciclo olímpico antes que un buen resultado. En parte tenía el miedo de quedar última, el hecho de que me hubiera ido tan mal en el último año me hacía pensar que quizás no estaba al nivel necesario.
Lejos de la realidad, te mostraste con gran firmeza.
Hice un gran trabajo previo, especialmente los dos meses antes de los Juegos. Mi padres y familiares también me dieron mucha seguridad, me hicieron entender que si tenía la plaza es porque me había ganado estar allí. Ha sido la competición en la que he dedicado más trabajo y esfuerzo, además de una seguridad en mí misma que se ha visto reflejada en mis resultados.
Llegaste a la final en cabeza, ¿influyeron los nervios propios del escenario?
Quizás pequé de inexperiencia. Cuando acabé los primeros 25 platos me quedé concentrada en mi sitio, mientras las oponentes salieron de su posición para beber agua. Fue la final donde pasé más calor en toda mi carrera deportiva y eso hizo que no estuviera en mis pulsaciones óptimas. Lo importante es que después de los tres 0 seguidos pude remontar y luchar hasta el final.
¿Cómo encajaste la cuarta posición?
De la mejor manera que se lo puede tomar alguien. Eran mis primeras Olimpiadas, que de entrada ya es un premio grandioso, logré récord personal y de España, clasifiqué en primera posición a una final olímpica... ¿Quién no firmaría un cuarto lugar? Es un puesto muy merecido y trabajado hasta el último plato.
Contaste con el apoyo de tus familiares y amigos desplazados.
Fue alucinante, yo lo viví desde dentro pero ellos desde fuera. Con el primer pleno de 25 me empezaron a aplaudir locamente. Se me pusieron los pelos de punta, nunca había sentido la sensación de tener tanta gente apoyándome. Fueron dos días de un control de cuerpo y mente muy fuerte. La recepción en mi pueblo también fue muy emotivo, bailaron los ‘gegants’ para mí, desde bien pequeña he sido grallera en la colla.
¿En qué villa olímpica os ubicaron?
En la de Chateauroux, junto al resto de tiradores olímpicos, con los que pasábamos el tiempo libre jugando al Monopoly. Creo que estar allí vino a mi favor. Si hubiera estado en la de París, el hecho de estar rodeada de los mejores atletas de España, siendo la novata, me hubiera creado una presión añadida. Las habitaciones estaban bastante decentes. Las famosas camas de cartón no las encontré y los alimentos eran nutritivos y saludables.
¿Cómo afrontas este ciclo olímpico?
A por todas a por Los Ángeles. Intentaré ganarme la plaza antes y aplicar todo lo aprendido en estos Juegos: el esfuerzo y continuidad que debo tener en cada serie, el control de los nervios y respiración... y que pequeños detalles que puedan perjudicar no jueguen una mala pasada.
¿Cómo ves el futuro del tiro olímpico en España?
Lo veo crudo, pero si nos ponemos las pilas entre todos podemos salir a flote. Las armas están mal vistas y eso tiene que cambiar. Nosotros tenemos armas, pero no las utilizamos para un mal uso. El deporte tendría que tener más visibilidad, en los Juegos solo se emitió la final.
¿Es muy difícil vivir del tiro olímpico?
En España solo hay dos que viven de esto. Es uno de los deportes con más licencias pero a su vez que menos visibilidad tiene. Me gustaría vivir de ello y lo estoy intentando. También estoy cursando mis estudios en psicología para tener otra vía de escape en caso de no llegar a mi objetivo.