Se le ve sonreír mucho últimamente.
Soy un hombre más feliz por poder hacer lo que más me gusta. Reconozco que me está costando un poco. La idea que tenía era distinta porque yo creía que iba a volver al nivel que tenía antes de lesionarme, pero no es así. Me cuesta trabajo sobre todo en los giros y algunos movimientos y tengo que seguir trabajando para recuperar el tono físico.
¿Qué día fue el más duro?
Es difícil de explicar. He vivido como en una montaña rusa emocional, no ha sido un proceso lineal como yo creía y quería que fuera. Hubo momentos buenos y malos, eso forma parte de esta lesión. Lo importante es que nunca se me fueron la ilusión y tampoco las ganas de volver. Por eso estoy aquí, porque el fútbol me sigue generando pasión.
¿Hubo noches sin dormir?
Las primeras dos o tres semanas lo pasé fatal. Durante la primera semana no podía dormir. Dormía dos o tres horas simplemente por cansancio, además sólo podía estar boca arriba en la cama. Mi madre y mi novia no se movían de mi lado, me ayudaron muchísimo.
¿Qué ha aprendido de todo esto?
Esta situación nunca la había pasado en mi vida, ha sido nueva para mí. Me he sentido muy arropado por las personas de la ciudad y de la afición y eso es algo que nunca olvidaré. Normalmente, en el fútbol cuando las personas no te ven en el campo se olvidan de ti, pero nunca me he sentido solo. Por la calle siempre había alguien que se acordaba de mí y eso me ha hecho más fuerte.
Y, ¿qué Ricardo nos vamos a reencontrar?
Espero que sea un Ricardo para mejor, diferente. Mi plenitud tardará un poco en llegar, estuve seis meses sin pisar el césped ni compartir con el equipo. Cuesta mucho, pero soy más maduro. Trabajaré para que el mejor Ricardo vuelva lo antes posible.
¿Se acuerda de cuándo Joan Álvarez, el físio, le dijo por primera vez que ya podía trabajar en el campo?
Claro que lo recuerdo. He sido un poco pesado, siempre quería ir más rápido, hacer más cosas. Me acuerdo que un día le pregunté a Joan qué íbamos a hacer durante la sesión y él me comentó que todo el trabajo lo haríamos en el gimnasio. Mientras trabajábamos en el gimnasio, el equipo estaba en el vídeo semanal. Joan se había guardado esa sorpresa para mí. Borja y Migue, que también entrenaban a parte, ya sabían lo que me esperaba. Cuando el resto del grupo pisó el césped, Joan me comunicó que podía hacer la primera parte del entrenamiento con ellos.
¿Cuándo recuperó la felicidad?
La mejor sensación es cuando estás con el grupo. El día que sentí la felicidad completa fue cuando pude completar la primera sesión con el resto del equipo, ya pude tocar balón, ya sudaba. El sudar te hace ver que estás trabajando y eso me hizo sentir de nuevo futbolista de verdad.
¿Hubo algún consejo que le marcó?
Principalmente de mi familia. La frase que quería escuchar más y que me daba fuerzas para seguir era “Ricardo, ya queda menos”. La gente que ha estado cerca de mí no ha parado de recordármelo.
Habrá soñado con el día de volver a ponerse el ‘10’ y competir.
Desde el día que me lesioné en Almería he tenido ese deseo. Recuerdo que salí del campo por mi propio pie porque quería sentir que estaba bien, aunque luego por desgracia el diagnóstico fue otro. Sólo tengo en mente entrenar y jugar. El día que Aritz me diga que voy al campo quiero estar bien preparado, estoy dando todo para que él vea que puedo jugar.