El Nàstic está de luto. Se ha levantado con tristeza porque ha perdido a su delantero más histórico. A un jugador que representó el escudo grana como pocos han hecho. A un ídolo para muchos niños que hoy ya siendo hombres le recuerdan desde la nostalgia y la admiración. Un romántico del fútbol que decidió dejar la Primera División para salvar al Nàstic del descenso de Tercera División. Un acto que cuesta de explicar e incluso de entender, pero algo le decidía a Valero Serer que esa era el paso que debía dar aquel febrero de 1959. El tiempo le dio todo el sentido y la razón del mundo porque era una leyenda viva y a partir de hoy es una leyenda eterna. El mítico delantero falleció ayer a los 89 años de edad. En su recuerdo deja un arsenal interminable de goles y su nombre inscrito en la puerta de Tribuna del Nou Estadi Costa Daurada que desde el 2018 lleva su nombre.
Serer aterrizó en Tarragona en febrero de 1959 procedente del Zaragoza de Primera División. Marcó siete goles en ocho partidos y permitió a los granas evitar el descenso traumático. Su llegada no fue efímera. No estaba de paso. Por ello permaneció hasta el 1971 con un paréntesis que a veces enseña que en el fútbol hay rivalidades, pero también empatía. Jugó en el Reus en la temporada 1967/1968 por discrepancias con la directiva, según cuenta el periodista Enric Pujol. La afición le perdonó porque su acto de amor al Nàstic que había hecho durante años atrás valía más cualquier cosa.
En total, el delantero valenciano jugó 238 partidos en los que anotó 181 goles. Más allá de sus goles fue un ejemplo de carisma, comportamiento y amor a unos colores durante toda su trayectoria. Su capacidad goleadora le permitió contar con ofertas de superior categoría, pero Tarragona era su casa y nunca decidió abandonarla.
Una vez colgó las botas siguió ligado al Nàstic, siendo secretario técnico la temporada 1973-1974 y directivos las temporadas 1980-181 y 1981-1982. Desde hoy el conjunto grana tiene un seguidor más en el cielo.