El himno británico retumbaba en cada pub de la zona turística salouense. Plaza Europa se convirtió en el Reino Unido, teñida de blanco y rojo con banderas inglesas y camisetas blancas, además de alguna que otra equipación de equipos de la liga inglesa de fútbol.
Entre tanto inglés era fácil encontrar a los infiltrados. En este caso algún escocés o irlandés que, sin ni si quiera intentándolo disimular, lucían la elástica roja española acompañada del típico gorro de pescador con los colores de la bandera irlandesa.
No es que se delataran, sino que querían hacer saber que iban en contra de la gran mayoría del ambiente inglés.
El lento e insípido inicio del partido fue acorde con los ánimos ingleses, sorprendentemente.
A pesar de que en la previa reivindicaron el famoso lema de «It’s coming home» a diestro y siniestro, cantándolo bien alto con cerveza en mano, en pleno encuentro ni si quiera lo tararearon.
Señal de que algo no iba bien o de que habían aprendido algo de sus últimas experiencias en las finales internacionales y en este tipo de torneos.
Ahora, la emoción estaba contenida hasta que vieran a sus leones levantar el trofeo.
El silencio lo rompió el primer tanto de Nico Williams. Un par de tacos y golpes en las mesas que se acallaron pidiendo otra fría cerveza.
No sería hasta el empate de Cole Palmer que volvería el jolgorio inglés tan conocido, sobretodo en pleno verano en España. Conversaban entre ellos para destensar el ambiente. Hacían pronósticos para tranquilizarse los unos a los otros, sabiendo que aún quedaba un mundo y todo lo que dijeran era efímero, casi tanto como las cervezas que se sirvieron en el Sport Legends Tavern. El pub situado en la Avenida Andorra, en la plaza Europa, fue uno de los núcleos de turistas ingleses y una pequeña muestra de cómo vivió el partido toda Inglaterra.
Tras el empate, no volvieron a dar señales de vida hasta la ocasión de Lamine Yamal. La amenaza constante de la roja minimizó el festín inglés, que con el gol casi definitivo de Oyarzabal pasó a ser un velatorio.
El silencio sepulcral volvió a reinar los pubs salouenses. Las esperanzas inglesas no se volatilizaron hasta su última ocasión, pero la victoria española les dejará un mal regusto vacacional.