El Reus fue de la jet y de barrio el mismo día, detestó el clasismo. Deslumbró en un primer tiempo ágil y estético en el que pudo golear, en el segundo exhibió humildad para mancharse en el fútbol menos preciosista. Defendió la ventaja con humildad y alcanzó otro éxito en el salón de casa, ante su gente y para apagar las sospechas que generó el despiste en Girona. Nadie regala nada en la Tercera División, en la vida tampoco. Ni en la jet y, ni mucho menos, en el barrio.
Folch compareció sin avisar en el segundo palo después de una combinación de manual de Aitor Serrano y Alberto Benito en el costado derecho. Ocuparon los espacios con puntualidad y el servicio lo cazó el reusense para anotar su cuarto gol del curso. Nada mal para un mediocampista que suele ocupar la base de cada ataque. El 1-0 a los ocho minutos se convirtió en una presentación ideal para el Reus, que se expresó con un juego dinámico, en el que sus jugadores interiores tomaron un peso crucial. El mismo Folch, Ricardo Vaz y Xavi Jaime tejían cada maniobra con precisión alemana, atraían por dentro para acabar por fuera, tanto los laterales como los extremos recibían casi siempre con ventaja.
Los de Marc Carrasco sentían el confort y la superioridad ya de madrugón, pero se encontraron, sin apenas esperarlo, con un contratiempo. A los 24 minutos, una pelota a la espalda de Xavi Molina, colocó a Acedo mano a mano con el arquero Verdejo. No perdonó el punta visitante. Al Reus le penalizaron con media ocasión, suele ocurrir en el Estadi demasiadas veces. Del San Cristóbal no hubo más noticias ofensivas en toda la tarde.
En realidad, los locales ni temblaron con el golpe, viajaron a lomos de su claridad purista, no se separaron ni un milímetro de su plan. Pronto cobraron de nuevo ventaja, esta vez por la izquierda, con Pol Benito y Sergi Casals como generadores de espacios. El pase atrás del lateral lo culminó con fiereza Joan Torrents, un delantero en plenitud de autoestima. Acumula seis aciertos y en el Estadi coronó una actuación completísima. El trabajo de desgaste que realizó resultó encomiable, una bendición para sus compañeros.
Los rojinegros mostraron ambición para cerrar el resultado antes del intermedio, pero carecieron de colmillo. En los pies del mismo Torrents y de Ricardo Vaz aparecieron las ocasiones, muy claras, disparos de primeras dentro del área. No hubo premio y la impresión del gentío en el respiro reflejaba cierta preocupación. En el fútbol cuando no hay contundencia, la factura se paga con precio de oro.
Lo cierto es que el juego se enredó en el desenlace, se apagó la continuidad y la lucidez ofensiva del Reus, que necesitó una versión más obrera para gestionar la ventaja. Ese único gol de distancia imprimió intriga a la tarde, pero los visitantes, muy arropados en el fútbol directo, no inquietaron. No se cuenta ningún milagro de Verdejo bajo palos.
El ritmo decayó en pulsaciones, el Reus entendió que, en ese ecosistema, precisaba de humildad para arremangarse y no conceder distracciones. No hubo, fue un equipo más soldado, menos violinista, necesario en una categoría canalla como la Tercera División.
Pudo culminar la victoria Aitor Serrano en una transición cuando la velada agonizaba, el invierno asoma y la humedad estremece huesos en el Estadi. Al pequeño delantero, que acabó como referencia ofensiva, se le encogió el alma cuando contempló cómo su definición rozaba el poste. No hubo que lamentar males mayores porque poco después se encendió el Estadi, a aplauso limpio con una nueva alegría de sus chicos.