El 0-0 es un resultado que siempre se puede mirar desde dos prismas. Primero se puede observar desde un punto de vista positivo si se tiene en cuenta que el equipo ha conseguido mantener la portería a cero, una de las obsesiones de muchos entrenadores. Sin embargo, también tiene su punto de vista negativo y es que el cero en el casillero de goles a favor muestra que el equipo en el partido no ha tenido el colmillo suficiente como para inaugurar el marcador.
El Nàstic de Dani Vidal ha encadenado dos 0-0 de manera consecutiva. El primero de ellos fue en Castalia y el segundo ha sido este pasado sábado en el Nou Estadi Costa Daurada. Dos partidos de contexto diferente, pero que han calcado el resultado. Eso sí, ambos han reflejado los puntos fuertes y los puntos débiles que cada vez se le reconocen con más firmeza al equipo grana desde que es dirigido por el técnico tarraconense.
Si en Castalia el Nàstic fue un equipo que durante muchos minutos defendió y dio por bueno el empate visto lo visto sobre el terreno de juego, frente a La Nucía fue todo lo contrario. El conjunto grana mereció más porque buscó el gol con más insistencia y llevó el peso del partido, aunque esto es un aspecto del juego que le sigue costando, ya que los granas sin espacios sufren porque falta talento diferencia en las últimas líneas.
El Nàstic fue un equipo que se arropó en el centro lateral como prácticamente su único argumento ofensivo junto al balón parado. Fueron muchos los centros colgados desde los laterales que se dieron durante todo el partido. Lupu se sintió muy solo durante muchos minutos y la entrada de Guillermo en la segunda parte no añadió la amenaza aérea que se presuponía.
Con todo eso, el delantero rumano gozó de dos palos. El primero de ellos fue en la primera mitad con un cabezazo que tras picar en el césped se estrelló en el larguero y el segundo ya fue en el tramo final con un disparo a la media vuelta tras un centro embarullado que terminó repeliendo el palo corto. Lupu también tendría el gol en la agonía con un cabezazo en el segundo palo en la agonía, pero que esta vez no lograría colocar entre los tres palos.
Fueron tres ocasiones en un torrente de juego ofensivo constante, pero de poca claridad en muchos momentos. Faltó movilidad entre líneas y durante muchas jugadas apenas había desorden, en el buen sentido de la palabra. Solo Rey intentó agitar el frente con sus internadas por dentro y Tirlea que cuajó un partidazo en el carril derecho dándole profundidad al equipo tanto por dentro como por fuera en el que es sin duda su mejor partido con la camiseta del Nàstic.
Si la falta de acierto y fortuna fue la nota negativa del partido, la versión defensiva de los granas volvió a ser más que buena. Solo hubo dos ocasiones para La Nucía en las que Manu García tuvo que aparecer, hasta en eso ha cambiado el conjunto grana que ha recuperado la mejor versión de su portero. El Nàstic fue un equipo muy intenso en la presión, que no dejó en ningún momento jugar al rival en la base de la jugada y le obligó durante muchas fases a un juego vertical que no estaba practicando desde la llegada de Guillermo Fernández al banquillo.
No es casualidad que desde la llegada de Dani Vidal el Nàstic haya llegado la portería a cero en tres de los cinco partidos. Se han corregido errores en lo colectivo y sobre todo en lo individual que convierten al Nàstic en un equipo más fiable de nuevo y que recuerda al de Raül Agné durante el pasado curso.
Ahora el equipo ya piensa en la visita en la Nova Creu Alta. Un escenario histórico en el que hay la intención de darle la continuidad a la buena línea de la fase defensiva y en el que se quiere volver a marcar después de dos partidos sin hacerlo. Para ello se espera el regreso de Pablo Fernández que ante La Nucía estaba en el banquillo, pero todavía no estaba listo para jugar. En Sabadell apunta a que sí.
de los cinco partidos