Visor publica la poesía completa de la premio Nobel polaca Wisława Szymborska (Kórnik, 1923 - Cracovia, 2012). Obtuvo el galardón en 1996, al que se refería como “el cataclismo de Estocolmo”, como lo llamaba.
La publicación de este libro, con traducción de Abel Murcia, Gerardo Beltrán y Katarzyna Mołoniewicz, estaba prevista para el año pasado, para celebrar, se entiende, el centenario del nacimiento de la escritora. La postergación se ha debido a dos publicaciones: en primer lugar, la aparición de la poesía completa en su lengua original, polaco, en febrero de 2023, en la que se incluían, además de los catorce poemarios, “una última selección que con el nombre de ‘Poemas dispersos’ reúne veintisiete poemas de variada procedencia”, tal y como escriben los traductores en la primera de las adendas del prólogo.
En la segunda explican el motivo de un segundo retraso, ya con el libro en galeradas: el presidente de la Fundación Szymborska dio con un poema inédito.
Hacia otoño apareció la correspondencia entre Szymborska y quien fuera su compañero desde finales de los sesenta hasta la muerte de él en 1990, el también escritor Kornel Filipowicz.
En la misma editorial donde se publicaron las cartas, postales y collages que se enviaron los enamorados y cómplices durante décadas, Las afueras, están dos de las de él: Memorias de un antihéroe y Un romance de provincias. Sin embargo, cuanto más lees de Szymborska más quieres leer, así que la aparición de la correspondencia solo intensificaba el deseo de ver su poesía completa traducida al español.
La disposición de los catorce poemarios y los poemas dispersos no es cronológica, sino que los poemarios están ordenados siguiendo más bien cómo llegaron a España, comenzando por Llamando al Yeti (1957), y dejando lo que llaman los “primeros poemas” para el final, justo antes de los poemas dispersos.
Escriben en el prólogo que “Por eso vivimos (1952) y Preguntas a mí misma (1954) eran libros que Szymboska había condenado al olvido –y considerado aquellos poemas como ‘la peor experiencia de mi vida´– y Canción negra ni siquiera existía en forma de libro”.
Es un placer acercarse a la poesía de Szymborska, a la ironía que siempre se halla en sus textos, a una cierta mirada lúcida y limpia que le permite alejarse del sentimentalismo, como destacan los traductores, quienes señalan dos palabras fundamentales en su obra: “no sé”. Szymborska se hace preguntas para las que no tiene respuesta, no se puede estar seguro de nada.