Violencia cultural, social y física del imperialismo

En ‘La colonia’, de Audrey Magee, dos extranjeros rompen el equilibrio en una isla irlandesa, en 1979, con los ‘Troubles’ como trasfondo político

02 enero 2025 20:58 | Actualizado a 02 enero 2025 22:06
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«Las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son». Con esta cita de Friedrich Nietzsche arranca la autora irlandesa Audrey Magee (Enniskerry, 1966) su segunda novela, La colonia, publicada en catalán por Edicions del Periscopi con traducción de Josefina Caball; y en castellano por Sexto Piso, traducida por Inga Pellisa.

Por un lado, la ilusión de estoicismo e imperturbabilidad de los habitantes de una isla de Irlanda. Por otro, la verdad, subjetiva o no, la violencia –de toda índole– que quebranta y socava a diario esas vidas supuestamente serenas, ideales.

En La colonia transitan dos relatos paralelos para acabar fundiéndose en uno solo. Los protagonistas son unos isleños que ven cómo su monotonía se altera a partir de la visita de dos foráneos: Lloyd, un pintor inglés en horas bajas que busca la inspiración para volver a resurgir y reconquistar a su esposa con unos acantilados con los que quiere emular a Gauguin; Masson, un lingüista francés que está elaborando su tesis sobre la singularidad del gaélico irlandés y cómo se ha ido perdiendo en favor del inglés. Masson es un visitante veterano de la isla, a la que ha viajado los últimos cuatro años con el fin de alcanzar la fama, «un libro, un doctorado, una plaza en la universidad». Defenderá a ultranza el irlandés, al mismo tiempo que menospreciará su lengua materna, el árabe. Desde un primer momento, la abierta animadversión entre ambos visitantes socavará los cimientos de la comunidad.

Los capítulos de las vicisitudes isleñas se ven abruptamente interrumpidos por los Troubles, la violencia en Irlanda del Norte entre republicanos y unionistas en 1979, que la autora ha querido plasmar con casos reales. Una violencia que aparentemente nada tiene que ver con la isla, hasta que ambos caminos confluyen y los isleños perciben que no están seguros, que la sombra de los Troubles los atrapa. Especialmente tras el atentado del IRA contra Luis Mountbatten, pariente de la Familia real británica. Una bomba en el barco detonada por control remoto desde un acantilado.

La colonización

En el centro de La colonia, la frontera en Irlanda –«que no debería existir, como defiende alguno de los personajes»–; la dureza de la vida marinera, de los pescadores engullidos por las aguas; la tradición versus la prosperidad y la pervivencia de las lenguas cuando el territorio es colonizado –en este caso el gaélico por los ingleses, pero también el árabe por los franceses–.

Magee repasa la historia de la lengua hasta hoy en día. «Isabel I, que heredó el trono en 1558, continuó lo que había comenzado su padre. Insistió en el uso del inglés en el ámbito administrativo y legal. El irlandés, sin un estatus administrativo, no servía a la hora de comprar o vender tierra. El irlandés pasó a ser una lengua de segunda clase, cosa que llevó a una guerra civil lingüística silenciosa que, como la división religiosa, perdura hasta la Irlanda actual». Con el paso del tiempo, «excluida de los centros de poder y educativos y de los avances rápidos de la imprenta en toda Europa continental, la lengua irlandesa quedó marginada y cada vez más reducida a una lengua oral de los pobres».

$!Violencia cultural, social y física del imperialismo

Título: La colonia/La colònia
Edita en castellano: Sexto Piso
Edita en catalán: Edicions del Periscopi
Traducción al castellano: Inga Pellisa
Traducción al catalán: Josefina Caball


La lengua y la identidad, las raíces, la pertenencia
: Seamus, en irlandés o James, en inglés. Es el debate del más joven de la isla, que detesta profundamente lo que se espera de él: la pesca y el olor a pescado; la caza, cada vez más; la roca de la que no puede salir; la presión de la comunidad. En su mente, es un artista famoso en Londres. «Siempre es difícil ser irlandés en Londres», le dicen. Sin embargo, Seamus o James reflexiona: ¿Puede el arte pacificar? ¿Tiene más poder una exposición conjunta de un inglés y un irlandés que toda la violencia de Irlanda del Norte?

Como él, pero en menor medida, su madre viuda Mairéad, condenada a los mismos quehaceres una y otra vez, cada día del año, mientras espera que el mar le devuelva a su marido, que le devuelva a su padre, a su hermano, los tres engullidos por sus aguas el mismo día. Será ella la que se atreverá a transgredir todas las normas no escritas, sin importarle el precio a pagar.

El imperialismo en Irlanda, el colonialismo en Argelia. En realidad, tanto Masson como Lloyd utilizan a los isleños para sus propios fines, dejando tras de sí, al abandonar el islote, mucho más que sentimientos encontrados, mucho más que malestar. Un antes y un después de su presencia.


Audrey Magee lo explica desde la distancia, tanto temporal como espacial. No interviene, no opina, no juzga. Desde una tercera persona que, en ocasiones, de repente, se funde con el personaje y pasa a primera, a unos monólogos internos que permiten al lector fusionarse con los protagonistas, conocerlos más allá de lo que ellos permiten mostrar.

La colonia puede leerse como una metáfora, como una sátira, como una fábula. Pero con ella, Audrey Magee trae al presente los Troubles para recordarnos que la violencia nunca es gratuita. No pasa el tiempo por ella y todo lo traspasa.

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