Sandra Barneda: «Nos cuesta mucho hablar de lo que realmente nos afecta»

La periodista disecciona sentimientos y emociones silenciadas en 'Un océano para llegar a ti', una historia de secretos familiares con la que fue finalista del Premio Planeta 2020

18 diciembre 2020 11:17 | Actualizado a 18 febrero 2021 10:20
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Sandra Barneda es periodista, un rostro conocido en la pequeña pantalla. Desde 2008 trabaja en Mediaset, como presentadora de Telecinco y Cuatro, en todo tipo de programas, desde la actualidad informativa hasta el entretenimiento. Como escritora ha publicado Reír al viento, La tierra de las mujeres, Las hijas del agua y Hablarán de nosotras. Con la última novela, Un océano para llegar a ti, fue finalista del Premio Planeta 2020.

¿Tiene algún océano que cruzar con alguien?
Todos hemos tenido que cruzar océanos en más de una ocasión en nuestra vida. Pero el principal es el tuyo, para llegar a ti.

¿No es fácil mirar hacia el interior?
No es fácil ese camino de acompañamiento, al final, con tu propia vida, con tus propias decisiones. Un océano para llegar a ti es una novela que habla también de la necesidad de perdonarse, de la aceptación de las cosas de la vida y de las elecciones que hemos hecho. 

Todos hemos tenido que cruzar océanos en más de una ocasión en nuestra vida. Pero el principal es el tuyo.

Esto nos lleva a la diversidad. ¿Somos tolerantes?
Nos cuesta. Lo que es diferente nos sigue costando. Lo del pensamiento único funciona siempre mejor que el diverso. Es más fácil de controlar. Antes tenían el pan y circo y ahora nos siguen intentando llevar a un pensamiento único, pero la verdadera libertad está en el diverso. El verdadero enriquecimiento está en la diversidad. 

¿Qué nos enseñan los muertos?
Decía Freud que somos la suma de nuestras muertes, de nuestras ausencias. Creo que son puntos de inflexión, que nuestras pérdidas nos dejan una imprimación. Es en el momento de la pérdida cuando echamos la cuenta de todo lo que nos han enseñado. Pérdidas en todos los sentidos, porque siguen con nosotros, es un perfume que nos acompaña. Nuestros muertos nos acompañan en vida.

Tenía claro que quería que los personajes fueran universales, que cualquiera pudiera sentirse identificado con ellos.

Hay una frase que dice 'No sabemos si nuestros muertos nos hablan, pero nosotros en algún momento nos hemos puesto a hablar con ellos'.  ¿Cómo nos transforma la muerte?
Yo quería volver a lo esencial, a nuestra amalgama de emociones, con una familia, en la que el punto catalizador es la muerte de una madre. Pero no quiero centrarlo solo en la pérdida de un ser querido. Son todas nuestras pérdidas, también en lo que deseamos y no hemos conseguido, en ese trabajo, la de una pareja que te ha dejado. Al final, es todo aquello importante para nosotros que en un momento determinado perdemos y cómo esto nos modifica.

La historia de la que habla es la de cualquier familia. ¿Cómo ha sido escribir sobre las emociones?
No ha sido fácil. Ha sido un trabajo de precisión. He leído muchísimo y he observado muchísimo. También he hablado muchísimo. Ha sido un trabajo de cirujana emocional. Tenía claro que quería que los personajes fueran universales, que cualquiera pudiera sentirse identificado con ese padre, esa madre, ese amigo, con la tía... El lector puede viajar a través de esos personajes.

¿Vemos pasar la vida, pero no vivimos?
Nos cuesta vivirla. Quizás estamos siempre adelantándonos o viviendo con esa ansiedad de alcanzar lo siguiente. Creo que la situación en la que estamos o a la que nos ha llevado el mundo con esta pandemia, nos ha ayudado a volver a lo esencial, que es un poco lo que cuenta Un océano para llegar a ti. Creo que nos ayuda a valorar. Ese café con esa amiga, por ejemplo. Antes era tan automático, que no sabíamos lo importante que era para nosotros.

La novela plantea un bloqueo de comunicación. ¿Nos cuesta comunicarnos?
Sí. Nos cuesta comunicarnos en lo esencial. Podemos hablar de muchas cosas, pero de lo que realmente nos afecta interiormente, nos cuesta mucho.

Y ahora más que nunca, con la pandemia.
Ahora no podemos comunicarnos como queríamos o como lo hacíamos. Hemos tenido que cambiar de hábitos. Ahora existe esa limitación de libertades, de movimientos, de no poder ver a las personas que quieres, de no poder reunirte.

La situación en la que estamos o a la que nos ha llevado el mundo con esta pandemia, nos ha ayudado a volver a lo esencial, que es un poco lo que cuenta la novela.

‘Un océano para llegar a ti’ también refleja la precariedad.
Parece que todavía sigue el estigma de que a los 40 años tienes que tener la vida resuelta. Pero lo cierto es que los tiempos han cambiado, los tiempos en los que se regalaban esos relojes o te hacían una fiesta por haber estado 25 años o 30 en una empresa, forman parte del siglo pasado. Hay una base tanto de jóvenes como de no tan jóvenes que tienen que ir encadenando trabajos y viviendo en pisos compartidos. He querido reflejar esa situación tan de hoy en día.

Y la España vaciada.
Después de Las hijas del agua, quería volver a hacer un homenaje a lo rural. Ya lo hice con La tierra de las mujeres y ahora quería contar una novela íntima. Me apetecía mucho el estar cerca del pueblo, escribir sobre esa cotidianeidad y el costumbrismo de los pueblos, que está tan cerca de los ritmos de la naturaleza y que me parece que ayuda bastante a hacer el viaje interior.

¿Tan lejos estamos de la naturaleza?
En la ciudad, sí. Hay mucho cemento. El ritmo no va tan parejo como en los pueblos. En los pueblos se vive mucho más con la luz del día, entre los primeros y los últimos rayos del sol. Observan mucho más las estaciones que nosotros.

¿Cómo compagina el ritmo frenético de un reality con el sosiego de la escritura? 
La escritura es una necesidad. Es un trabajo interior, de conectar conmigo misma, de calma, de horas de soledad. Me va muy bien, es el complemento perfecto para todo el estrés, la tensión y la adrenalina que implica la televisión. La escritura es un trabajo de artesanía, de estar esculpiendo tu propia estatua en forma de palabras. Al final tienes tu novela, pero es un trabajo de humildad muy grande. Y la televisión necesita mucho de tu energía exterior, con lo cual me parece haber encontrado desde hace tiempo el equilibrio perfecto.

En los pueblos se vive mucho más con la luz del día, entre los primeros y los últimos rayos del sol. Observan mucho más las estaciones que nosotros.

¿Ya le deja tiempo la pequeña pantalla?
Sí, porque ocupa muchos titulares, pero tengo la suerte o la desgracia de que a veces no hago un programa diario, no estoy trabajando ocho horas al día como cualquier otra persona. Trabajo una vez a la semana, esta vez, y también he estado bastante tiempo sin hacer televisión.

¿Usted la ve?
Sí porque me dedico a ello y necesito estar al día, aunque reparto mi tiempo. Veo televisión por la profesión y, en concreto, algunos programas que me interesan. También series, documentales, o incluso lo apago todo y me voy a los libros.

¿Qué cambia ser finalista de Planeta?
Creo que hay que estar muy agradecida, pero la ventaja de haber trabajado tanto tiempo en televisión es que llegas a relativizar mucho. Le doy toda la importancia del mundo, estoy feliz, para mí es un orgullo, estoy muy emocionada y al mismo tiempo es una responsabilidad. Pero no va a ser algo que me va a condicionar en mi próxima novela.  

Como comunicadora, sabe que una noticia de hoy, no es nada mañana.
Exacto. O el éxito que tuviste hace no sé cuánto parece que no haya existido nunca porque te valoran por lo que estás haciendo en ese momento. Entonces, no puedes meterte en esa burbuja del éxito y creértela. Tienes que valorarla, vivirla, disfrutarla, pero eso no eres tú. Tú eres muchas cosas.                                           

                                                                                                                                                                                                              

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