Ya no se trata de una mera suposición: oficialmente, el cambio climático constituye una amenaza muy grave para la salud humana. Un reciente estudio liderado por la Universidad de Harvard y que fue publicado en la revista Frontiers in Science, confirmaba que las «fuentes asociadas al calentamiento global y sus secuelas pueden desregular al sistema inmune, y contribuir al aumento de tres tipos de enfermedades inmunomediadas».
Entre estas se incluyen el asma o las alergias, las enfermedades autoinmunes, como la artritis reumatoidea, el lupus sistémico, la esclerosis múltiple o trastornos de inflamación intestinal y derivados, además de diversos tipos de cáncer, como el colorrectal o el pulmonar. Según señaló este equipo internacional de investigadores en salud global, el aumento de las temperatura del planeta puede alterar al sistema inmune al romper las defensas del organismo y al impedir que las reconstruya.
La contaminación atmosférica, intensifica las enfermedades crónicas y añade prematuridad a trastornos endocrinos como la diabetes y la obesidad; la mala calidad del aire intensifica los problemas respiratorios, mientras que los episodios de extremos térmicos que estamos viviendo cada vez más habitualmente, acentúan los problemas derivados de patologías cardiovasculares y enfermedades renales por el desequilibrio electrolítico.
Y no se queda aquí: ya el pasado año la ONU publicaba un estudio en que señalaba que los sanitarios certifican casos de problemas de salud mental derivados del clima extremo y el aumento de las temperaturas. Y es que las altas temperaturas se asocian con un aumento del malestar general, de la violencia, el abuso del alcohol y el suicidio. «El calor puede hacer que nos sintamos incómodos, sedientos y agotados; también puede dificultar un sueño reparador, algo que suele estar relacionado con problemas emocionales y psicológicos». Nada halagüeños, desde la organización, que también advertía de que «estas condiciones extremas solo van a empeorar».