Pip Williams: «Las mujeres todavía tenemos barreras difíciles de traspasar»

Tras ‘El diccionario de las palabras olvidadas’, la autora vuelve a Oxford con ‘La artesana de libros’

02 agosto 2024 10:51 | Actualizado a 20 agosto 2024 07:00
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La escritora Pip Williams relata en La artesana de libros (Maeva) cómo durante la Primera Guerra Mundial, un grupo de mujeres contribuyó a la impresión de libros en la Oxford University Press. Nacida en Londres, de familia galesa, Williams es australiana desde que era una niña. La novela contó con la ayuda del gobierno australiano a través de Creative Australia, su organismo asesor y de financiación de las artes. Es también autora de El diccionario de las palabras olvidadas.

Con esta segunda novela vuelve a Oxford.

En Oxford se palpa mucha historia. Además, es una ciudad universitaria y era una época en la que las mujeres luchaban por tener una educación.

¿Qué posibilidades tenía una mujer como Peggy de acceder a la educación?

En Gran Bretaña era fácil obtener libros, tenían un precio económico y las clases populares podían estudiar hasta los 12 años. Incluso era fácil leer textos de Shakespeare o poesía. No obstante, aunque las mujeres podían estudiar, al llegar a los 12 años acababa la educación obligatoria, por lo que si pertenecías a las clases bajas tenías que trabajar. Las familias no podían permitirse que un hijo no lo hiciera.

¿Por qué siempre rescata a mujeres olvidadas?

Me interesa mucho el legado de las mujeres, el que se dejan unas a otras, mujeres que ni siquiera son familia, que se conocen por accidentes de la vida, por amistad. En este caso también están las mujeres refugiadas y todos los demás refugiados que llegan a Oxford huyendo de la Primera Guerra Mundial.

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¿Cómo ve la inmigración actualmente?

Con preocupación. Nunca escribo ignorando lo que sucede en el presente. De hecho, cuando escribía la novela pasaron dos cosas importantes. La primera fue la invasión de Ucrania por parte de Rusia, con la masa de ciudadanos que tenían que huir de su país, atravesar las fronteras y buscar asilo, sobre todo en Polonia. Entonces, trasladé esa realidad a otra que sucedió hace justo un siglo, cuando Bélgica fue invadida por Alemania y los refugiados tuvieron que irse, en este caso a Inglaterra. No hemos cambiado mucho. La historia se repite. Y el segundo suceso fue la Covid.

Y sus paralelismos con la gripe española.

Causó muchísimas bajas tras la Primera Guerra Mundial. Son comportamientos históricos muy similares. Finalmente, otro acontecimiento histórico fue la llegada de los talibanes nuevamente al poder en Afganistán y esa prohibición de que las mujeres pudieran ir a la universidad. Esto me recordó a Peggy, a esos impedimentos, aunque en su caso eran más invisibles que los de Afganistán. Me recordaba esa impotencia de las mujeres que no pueden hacer lo que desean, que no pueden estudiar porque no se les permite acceder a lo que les gustaría hacer. Hay que reflexionar que hoy día, dependiendo de dónde nazcas y de la clase social a la que pertenezcas, todavía hay barreras difíciles de traspasar. Quiero ser optimista y creer que volveremos a conseguir que estas barreras no nos impidan avanzar.

La universidad como una quimera.

Sí porque aunque en el siglo pasado en Gran Bretaña a las mujeres se les permitía acceder, al mismo tiempo, para impedirlo, establecían unas exigencias imposibles de aprobar. Por ejemplo, el griego antiguo, una materia muy complicada. Entonces, al final, había una barrera insalvable.

No cuenta historias de amor al uso.

Pero son realistas. En aquella época también había que elegir entre matrimonio o carrera. Eran dos cosas incompatibles.

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