El primer año, ese precovídico 2019, ya me pareció una temeridad. De la noche a la mañana aparecía en el Baix Camp un pequeño Festival de Cultura Crítica que, curiosamente, tenía los mismos cabezas de cartel que en esta próxima quinta edición, que se celebrará mañana en La Torre del Valent de L’Aleixar. Eso sí, los espectáculos eran otros. La compañía Pepa Plana presenta este año Veus que no veus, mientras que Leo Bassi presenta su nueva obra Yo, Mussolini.
Quienes le daban una vida corta se equivocaban. Ya son cinco las ediciones del festival, por el que también han desfilado nombres como Toni Albà, Willy Toledo, Rosa Andreu, Alberto San Juan o Nan Valentí, entre otros. Se realiza en La Torre del Valent, una casa rural ubicada en L’Aleixar en un entorno natural con cuatro mil metros de terreno a los pies de las montañas de la Mussara. Una propuesta muy singular que, además, apuesta claramente por la cultura pero sin red, es decir, la organización puede presumir de no tener ni subvenciones ni patrocinadores, asumiendo todo el riesgo económico. ¿Y quién hace algo así? Pues está claro: unos locos, encabezados por Struc, Gilbert Trilles, alguien a quien admiro y aprecio a partes iguales.
La apertura de puertas será a las 19.00 horas, y la primera actuación a las 21.00h. También actuará la cover-band Sardines como final de fiesta. A quien le interese asistir, todavía quedan (pocas) entradas, que pueden adquirir en el portal Entradium. Es curioso que un espacio privado organice una programación de tanto nivel cuando la mayoría de ayuntamientos ni lo sueñan... No hace falta que venga a contártelo un payaso.
Llama la atención, entonces, que sea parcialmente noticiable la independencia de la programación de Proscrits. Creo que es una buena lectura pensar en lo mucho que nos hemos acostumbrado a que sea la Administración (ayuntamientos y demás) la responsable directa de la programación y gestión de las Fiestas Mayores, que teóricamente son fiestas populares (del pueblo, vamos). Qué desdichado es el pueblo al que le organizan hasta sus propias fiestas, ¿no? ¿No es, cuando menos, paradójico?
Y no digo que no tenga que haber una estructura, pero también hay que actuar con cabeza desde la Administración para no convertir ciertas programaciones y ciertas Fiestas en una subasta. Hay que trabajar con cabeza. Por ejemplo, las salas de conciertos privadas tienen que luchar entrada a entrada y euro a euro sus programaciones, eligiendo a artistas que funcionen en su taquilla. Tienen todas las trabas del mundo, eso sí. Sin embargo, muchos ayuntamientos contratan por miles de euros a grupos que, en realidad, ni lo valen ni llenarían jamás una sala (básicamente porque la gente no pagaría por verlos... aunque si es gratis en una Fiesta Mayor, tal vez sí irían).
Eso se convierte en una burbuja de oferta y demanda en la que podemos ver a grupos de muy poca calidad en cartel, y que incluso son capaces de multiplicar en un mismo año su caché, en función de si hay va bien el ritmo de contratación o no. Inflan su precio y exigen equipos de producción que, en algunos casos, quedan en desuso porque textualmente les quedan grandes (algún día habría que hablar de las productoras que hay detrás de este negocio). Todo ese dinero, ¿no podría usarse en ampliar la programación cultural y no la de entretenimiento? Qué estrecha es la línea que separa ambos conceptos...
Hace unos días, charlando con un técnico de cultura del Baix Llobregat, se lamentaba que sólo el caché (no el equipo técnico) de una artista semimediática como Scorpio (de Eufòria) superaba ampliamente todo el presupuesto de todas las actuaciones de teatro familiar de la fiesta mayor. Y todos sabemos que Scorpio no es una top. Tal vez nos estemos equivocando en algo.